Tercer domingo de Pascua. Seguimos celebrando especialmente a Jesús resucitado. El evangelio de hoy, que es de San Juan, narra una de las apariciones del Señor: "En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago Tiberíades". El autor precisará al final del relato que se trata de la "tercera vez".
Con Simón Pedro a la cabeza, varios discípulos se deciden a dejar Jerusalén y trasladarse a Galilea a sus casas y ocupaciones anteriores, al mar de Galilea (que aquí se designa como Tiberíades) y la pesca. La escena resulta sumamente familiar y es muy semejante a la descripción de San Lucas 5, 4-6, en los comienzos del ministerio de Jesús en Galilea.
Claro que en el evangelio de hoy Cristo aparece resucitado; "pero los discípulos no sabían que era Jesús". Después de haber estado toda la noche tratando de pescar algo, "no cogieron nada", nota San Juan. Y en la madrugada cuando se les presenta Jesús y al percatarse de que no tienen ni un solo pescado, les manda que echen la red a la derecha de la barca y recogen "multitud de peces". Es en ese momento, y no antes, cuando Juan reconoce a Jesús y le dice a Pedro: "Es el Señor".
Como dato curioso y sin desestimar el valor apologético del hecho, los entendidos explican que en muchas ocasiones alguien de pie en la orilla del lago podían ver un barco de peces oculto a los que se hallaban en la barca.
En todo caso, la reacción de Juan indica que él lo toma como un milagro, un "signo" equivalente a otros de los que ha sido también testigo: la conversión del agua en vino (2,6), la multiplicación de los panes (6,11) en los que llama la atención la abundancia, al igual que la alusión al agua de vida eterna (4,14), la vida eterna que da como Buen Pastor (10,10) o la efusión del Espíritu (3,34).
Digamos, por otra parte, que la pesca con red representa en los evangelios sinópticos el advenimiento del reino de los cielos (véase Mateo 13, 47s) o la misión de los apóstoles (véase Mateo 4,19). En el relato del evangelio de hoy representa también y principalmente la misión apostólica dirigida por Pedro, al que más adelante (21, 15,17) se le recomendará el cuidado de La Iglesia entera.
Se ha cavilado mucho sobre la índole simbólica del número "ciento cincuenta y tres", sin que haya acuerdo entre los intérpretes. Lo más probable es que se quiera significar gran cantidad y todo tipo de gente que entrará a formar parte de la Iglesia.
Al final todos, y no sólo Juan, reconocen en el aparecido a Jesús. El evangelio lo dice expresamente: ninguno de los discípulos le pregunta quién es, "porque sabían bien que era el Señor".
El gesto de tomar el pan y dárselo nos remite a lo hecho en la multiplicación de los panes (véase Juan 6,11), o lo que nos cuenta San Lucas de los discípulos de Emaús (24, 30s.35) y a la misma última cena (véase Marcos 14,22).
Se trata, pues, de una de las apariciones de Jesús resucitado que se acompaña de ciertos elementos simbólicos que tienen que ver con el ser y la misión de La Iglesia: pescar hombres y alimentarlos con el pan de vida que es Jesús mismo.