El evangelio de este domingo se refiere a la misión de los setenta y dos discípulos. San Lucas escribió antes (capítulo 9, versículos del 1 al 6) sobre la misión de los doce apóstoles. La relación entre ambas misiones es que en las dos las recomendaciones que da Jesús a sus enviados son casi idénticas.
Sabido es que doce indica “elección”: los doce discípulos a los que Jesús elige para hacerlos sus apóstoles y enviarlos a predicar el Evangelio. ¿Pero el número setenta y dos, o setenta según otras lecturas de manuscritos? Lo cierto es que es esta la única ocasión en que se menciona en todo el Nuevo Testamento este número. Se ha cavilado mucho sobre su significado “simbólico” pero sin llegar a ningún resultado convincente.
Jesús envía a los setenta y dos discípulos, de dos en dos, delante de él para que le sirvan de precursores espirituales, es decir, para que le abran camino en la tarea de la evangelización.
Y en vista de que la mies es tan abundante y los obreros tan pocos, les invita a que pidan al dueño de la mies que mande obreros a su mies; invitación que hoy sigue teniendo absoluta vigencia. De ahí la necesidad de que todos los que creemos en Jesús y en el valor de su Evangelio continuemos insistiendo para que haya buenas vocaciones para la Iglesia y el mundo.
Jesús les previene que los envía como a corderos en medio de lobos, quizás haciéndose eco de los sentimientos de su corazón pues él mismo se siente en un entorno hostil, mientras hace su viaje a Jerusalén, en donde le esperan la pasión y la muerte. La suerte de los discípulos no puede ser muy distinta de la del maestro.
Pues han de estar aligerados de equipaje y entregarse al apostolado confiados en que la Providencia les proveerá de lo esencial, les recomienda Jesús que no carguen talega ni alforja; y ya que la obra de anunciar a Jesús y su palabra es perentoria y exige suma dedicación, les advierte que no se detengan a saludar a nadie por el camino y se entreguen de lleno a lo que llevan entre manos.
El “paz a esta casa” con que los discípulos han de introducirse en las viviendas que evangelicen es más que un simple saludo; esa paz se identifica con la salvación que trae al mundo Jesús, que se ofrece libremente y que si no es aceptada vuelve a quien la desea comunicar porque es un bien que no puede perderse.
Otra de las recomendaciones de Jesús a sus mensajeros es que en sus andanzas no cambien de casa sino que se queden en la misma y allí coman y beban de lo que tengan “porque el obrero merece su salario”. En su primera carta a Timoteo 5,18, San Pablo traerá a cuento esta cita como un dato de la “Escritura”. Quienes sirven a los fieles han de recibir de ellos la correspondiente “paga” para una pobre pero digna subsistencia.
El mensaje propuesto por los discípulos es: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Ese Reino se hará presente con Jesús y su Evangelio del que son precursores los setenta y dos discípulos.