El evangelio de este domingo lo constituyen dos partes: la incomprensible petición que le formulan a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y la instrucción que Jesús hace sobre la verdadera grandeza.
Jesús, que sube a Jerusalén para cumplir con su destino mesiánico, les predice a sus discípulos por tercera vez que va a padecer y morir. Y es en este contexto donde entran en escena Santiago y Juan para hacerle una extraña petición: "Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Jesús les replica: "No sabéis lo que pedís".
Es probable que los hijos de Zebedeo recordaran la promesa hecha por Jesús de sentar a sus discípulos en doce tronos y hacerles partícipes de su gloria (cf. Mateo 19,28). En el presente caso, Santiago y Juan pretenden simplemente ocupar los dos puestos más destacados. "Los otros diez nota San Marcos, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan".
Sí, el contraste se da en este doble sentido: por una parte, el hecho de que Jesús vaya hacia Jerusalén no a tomar el poder político, sino a padecer y morir, y, por otra, la idea que Jesús tiene de la grandeza como servicio y no de dominio y sometimiento.
La expresión "beber el cáliz", que ordinariamente puede significar tanto prosperidad como infortunio, indica aquí el modo cómo va a morir Jesús: una muerte violenta, que supondrá el derramamiento de sangre.
Con respecto a la expresión "ser bautizado" y de acuerdo con su significado original de "ser sumergido", alude a cómo Jesús va a ser sumergido en un mar de sufrimientos en su pasión y muerte.
Dicho sea de paso, también Santiago y Juan y los demás discípulos seguirán a su Maestro en el beber el cáliz que él ha de beber y en el ser bautizados con el mismo bautismo con el que va a ser bautizado; es decir, que padecerán y morirán de modo violento y cruel, y en ello hallarán la auténtica grandeza y gloria. Por la cruz, a la luz.
Viene a continuación la instrucción sobre quiénes son los "grandes" a los ojos de Dios. Los grandes de verdad son los que sirven, los que se hacen esclavos de los demás. Al contrario de lo que ocurre entre la gente del mundo, cuyos jefes se valen del poder para tiranizar y oprimir a los pueblos. "Vosotros, nada de eso, proclama Jesús; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos".
Esa será la nueva norma de conducta de los seguidores de Jesús de acuerdo con sus enseñanzas y ejemplo. Porque, dice de sí mismo, "el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir".
Y, haciéndose eco de Isaías 53,10-12, añade: "Y dar su vida en rescate por todos", dando a entender que su servicio de toda la vida culminará con su muerte expiatoria por todos los hombres. Jesús, en su condición de Mesías, es el siervo doliente de Yavé descrito ampliamente por el mismo Isaías en parte del capítulo 52 y en todo el 53 de su profecía.