El barco prometido. Dirección y edición: Luciano Capelli. Guión: Yazmín Ross. Fotografía: Fernando Montero. Sonido directo y mezcla: Nano Fernández . Río Nevado Producciones, Costa Rica, 2000.
Estreno: domingo 27, 5 p. m. Teatro 1887 (Centro Nacional de la Cultura, antigua Fanal).
Antes de Malcolm X, un líder negro abogó por la vuelta de sus hermanos a la materna y querible Africa. Se llamaba Marcus Garvey; y de aquella gesta hablo de los años 20 se desprendieron hechos que hoy son recuerdo y mito.
El barco prometido, documental costarricense que se estrenará mañana en San José, nos narra la historia a partir de un emblema: el Black Star Line, nave que debía arribar a las costas de Limón y cumplir el sueño del retorno a casa.
El filme desanda el tiempo perdido y recobra, de manera simbólica, el barco añorado. Quiero decir, lo extrae de la memoria y la incertidumbre de ocho décadas, siguiendo las huellas que la aventura dejó impresa en los aventureros.
En este punto, quiero señalar un acierto mayor: la comparecencia de los viejos caribeños en pantalla y el aire de intimismo confesional que genera su participación. Allí la cámara no es una barrera, ni un ojo todopoderoso, sino la ventana abierta de par en par, el imán que atrae las voces dispuestas, cabales.
Sobre la base de un guión recio y poético, debido a Yazmín Ross, Luciano Capelli articula entre el relato, la exposición y el reportaje una obra cuidadosa, donde todo (fotografía, sonido, edición) está en su lugar y el significado brilla por su presencia.
Damos, entonces, la bienvenida a El barco prometido; y la razón es doble: sus méritos propios y la decisión de salir de las cuatro paredes de un estudio a ver qué ocurre afuera, permitiendo que la realidad diga y siga.
Esto, creo yo, resulta ejemplar; y no hay duda de que abre un camino lleno de fe para los cineastas y cineístas autóctonos.
Favor de tomar nota.