Aquella canción contaba la historia de una joven de tremendas curvas que iba a bailar a un famoso salón de la calle del Prado. ¿Se acuerdan? Decía: "A Prado y Neptuno / iba una chiquita / que todos los hombres la tenían que mirar. / Estaba gordita, / muy bien formadita, / era graciosita; / en resumen, colosal".
Aquella canción pegajosa del violinista y compositor Enrique Jorrín, por aquel entonces director artístico de la Orquesta América, fue el primer chachachá.
Y su ritmo revolucionó la música popular cubana en los años 50, causando furor en todo el mundo.
En 1955, Rosendo Ruiz Quevedo creó para la América otros dos chachachás legendarios, Rico vacilón y Los marcianos , que decía aquello de: "Los marcianos llegaron ya / y llegaron bailando Ricachá / Ricachá, Ricachá, Ricachá, / así llaman en Marte al chachachá".
Poco después, Nat King Cole grabó en La Habana El bodeguero , obra del flautista de la Orquesta Aragón, Richard Egues.
A partir de ese momento, el chachachá atrapó al mundo como ya lo había hecho con los mismos cubanos que le vieron nacer.