Cuando empieza el invierno, es común ver a los niños jugar en los charcos que dejan los primeros aguaceros mientras cantan esa vieja canción que pide más lluvia a "la Virgen de la cueva".
Ya sea por el alma pura de los niños o por la insistencia de sus ruegos, lo cierto es que siempre llueve. Aunque tal vez se deba a que sus cantos no van hasta el cielo, pues la misteriosa Virgen está más cerca de lo piensan.
Desde el siglo XIX, en la parroquia de Santa María de Dota, se rinde homenaje a su patrona: la Virgen de la Cueva Santa. Se trata de una devoción traída de España, que pronto se hizo acompañar por la conocida canción.
El principal santuario de esta Virgen está en Altura, un pueblo en las montañas de Valencia. Es un lugar de culto y peregrinación que adquirió relevancia en 1502, con el hallazgo de una imagen de la Virgen María a la que se atribuyen acciones milagrosas.
La imagen es un bajo relieve de yeso de 20 centímetros de alto, que representa el rostro anciano de la Virgen con traje de viuda.
Dichas imágenes las realizó desde 1410 fray Bonifacio Ferrer, un religioso de la orden Cartuja.
En su celda, el fraile creaba las vírgenes y luego las repartía a los pastores del pueblo de Segorbe, para que las llevaran cuando salían del pueblo con su ganado.
"Uno de los pastores pasó una noche en la Cueva del Latonero. Colocó la Virgen en una roca y rezaba sus oraciones. Pero cuando salió, la dejó olvidada", se afirma la página web de Altura.
Casi 100 años después, otro pastor de Segorbe, entró a pasar la noche en la cueva. A punto de dormirse, la Virgen se le apareció y le dijo dónde encontraría una imagen suya. El pastor fue al lugar indicado y halló el rostro de yeso hecho por el fraile.
Muchos devotos se acercaron después a la Cueva, incluido el matrimonio de Isabel Martínez y Juan Monserrate, a quienes desterraron del pueblo de Jérica porque Juan contrajo la lepra.
La mujer pidió a la Virgen por su marido, mientras le lavaba las heridas con el agua que salía de la gruta; las llagas desaparecieron.
Años después, Isabel intentó llevarse la imagen a su casa en Jérica, pero la Virgen siempre volvía a la cueva, por eso decidieron construirle ahí un santuario.
Durante siglos, los traslados de la Virgen a Segorbe eran constantes. La mayoría de las veces era para pedirle que enviara lluvia para los campos.
Cuentan que en 1726, Valencia fue abatida por una sequía que amenazó las cosechas. Llevaron la Virgen al pueblo y el 27 de febrero amaneció lloviendo. "Quizá sea desde entonces que los niños cantan: ¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva...!", concluye el sitio web .
Hasta Dota. Una mañana de 1867, el sacerdote español Domingo Rivas alistó su caballo y salió de Desamparados rumbo a los valles del sur de San José.
Atendía así la invitación hecha por varias familias que, a inicios de la década de 1860, se habían instalado en los pueblos de San Marcos y Santa María.
Al llegar a Santa María, el padre quedó impactado por la belleza del valle. Decidió construir ahí una ermita y nombrar como patrona del pueblo a la Virgen de la Cueva Santa.
Ofreció la imagen que tenía en su casa, y que resultó haber sido hecha por fray Bonifacio. La Virgen fue traída a Santa María y durante unos años fue venerada en la casa de Cornelio Monge, mientras se le construía una ermita de adobe cerca de la actual iglesia.
"Nuestra patrona está entre las diez imágenes más antiguas que hay en Costa Rica", aseguró Adelia Acuña, quien escribió una reseña del cantón de Dota.
Hacia la mitad del siglo XX, cuando se levantó el nuevo templo del pueblo, se encargó a un escultor una réplica de la Virgen, con un p astor y un fraile sosteniendo el rostro de María.
Por esa época, se construyó una ermita en calle Higueronal y, a pedido de los vecinos, el párroco Santiago Brenes donó la antigua imagen de yeso para que, desde entonces, fuera venerada ahí.
De su nueva casa, la Virgen es llevada al centro de Dota el primer domingo de febrero, para participar en las actividades de la fiesta patronal.
"Los festejos solo cambian en año de elecciones, cuando se realizan el tercer domingo de febrero", dice Fernando Chacón, un vecino de Higueronal.
Muchos fieles aseguran haber recibido favores de la santa patrona que, haciendo gala de su fama, también ha ayudado con algunos aguaceros a los agricultores de la zona.