¡PANCHOOO, PANCHOOO, PANCH...!
¡Ahí viene! Antes de que su amigo Álvaro lo llame por tercera vez, el papá de la familia danta asoma su cuerpo gris a unos setenta metros de distancia. Corre, cruza a nado la laguna y se acerca para saludar a las visitas.
Él es uno de los casi 200 habitantes de La Finca, un Refugio de Vida Silvestre ubicado en las húmedas tierras de Sarapiquí, al final de un difícil pero hermoso camino entre la densa vegetación.
Como auténtico reino animal, el sitio es gobernado por tepezcuintles, saínos, tucanes y otras especies que allí encontraron un territorio con todas las comodidades para ejercer su soberanía. A diferencia de algunos zoológicos, cuyo espacio es muy reducido, sus jaulas son tan grandes que los "inquilinos" caminan a sus anchas sin sentir el cautiverio.
Álvaro Otoya, amante de la naturaleza oriundo de la zona, se encarga de proporcionarles el pan de cada día. "Hemos alterado lo menos posible su hábitat natural. La mayoría proviene de decomisos hechos por el Ministerio del Ambiente, que me encomienda los animales porque sabe que aquí están seguros y tienen lo necesario", explica.
Guiado por este Tarzán de 40 años, que se entiende de mil maravillas con sus protegidos, usted y su familia podrán explorar La Finca a pie, a caballo o a bordo de un tractor.
Experiencia bestial
El recorrido empieza por una jaula de quince metros de largo por cuatro de alto, donde ocho lapas lucen sus plumas verdes y rojas. Al principio se muestran un poco tímidas, pero su dueño las seduce con unas cuantas guayabas: las aves ceden al suculento banquete y se deslizan por un tronco hasta llegar al comedero.
Una de ellas pide permiso para volar fuera de la jaula, y Álvaro la deja a sabiendas de que tarde o temprano regresará. Entre la arboleda, sus colores ofrecen un verdadero regalo a la vista.
Luego están los venados. Veinte machos reposan tranquilamente en un potrero sembrado de árboles frutales, donde un entrometido pizote los acompaña. Las diez hembras están aparte, pues, según Otoya, "cuando están juntos hay pleito".
Si usted quiere verlos de cerca, puede caminar dentro del corral, con cautela, para no asustarlos. Al único encierro donde sólo se puede ingresar en "chapulín" o en carro es al de los saínos, pues son muy bravos ¡y malolientes!
Por supuesto, tampoco es posible acercarse al impresionante tigre, que no goza la misma libertad de los demás. Álvaro evitó que fuera muerto por haberse comido treinta reses en los alrededores del Río San Juan.
"Eran dos tigres y los atrapé juntos, pero el otro se escapó porque yo no había tenido tiempo de construir un lugar apropiado. Por eso puse este en una jaula que es pequeña pero muy segura", narra.
El resto del trayecto transcurre entre monos, chanchos, tucanes y decenas de patitos que hacen brillar los ojos de los niños. Después de andar casi una hora, cuando ya parece que el viaje terminó, surge de entre las vacas un cuadrúpedo más fuerte que ellas: Barón, un búfalo negrísimo que tiene cuatro años y pesa 800 kilos.
Quizá a usted le resulte conocido, pues este fue la sensación del tope en diciembre del año anterior. Iba montado por Álvaro, y quien lo guiaba era su pequeña hija Vanessa.
Un paseo sobre su lomo, por la orilla del Río Sardinal, es el broche de oro para que esta experiencia resulte realmente fuera de lo común.
¡Y hay más!
El principal objetivo de la reserva es conservar especies en peligro de desaparecer, por lo que allí se desarrolla un programa de reproducción que ya dio sus primeros frutos con las dantas, los venados y los tepezcuintles. El siguiente paso es lograrlo con las guacamayas.
Pero, además, dentro de una semana se empezará a brindar un mayor servicio a los turistas con la apertura de La Finca Lodge.
Como Álvaro también le hace a la carpintería, ha transformado dos casas de madera en sendos albergues de cinco habitaciones cada uno, con cama, baño privado, agua caliente y ventilador de techo. Hay agua potable, área de televisión y teléfono.
El proyecto lo ha moldeado con su sobrino Carlos, quien ha cursado la carrera de hotelería. Juntos planean incorporar nuevos atractivos sin perjudicar la fauna, pues el terreno de La Finca mide 140 hectáreas.
Así, los visitantes podrán ordeñar vacas en la lechería, moler caña de azúcar en un trapiche, y saborear un casado en el restaurante: todo, en un mismo ambiente.
Por supuesto, los animales siempre serán el centro de atracción, y lo esperan a usted, ya sea que prefiera quedarse sólo un día o ser huésped de este parque de diversiones natural.
Cómo, dónde, cuándo
Dónde : Los Ángeles de Río Cuarto de Sarapiquí (Alajuela, a dos horas de San José). La ruta más rápida es por Heredia, pasando por Vara Blanca; pero también se puede llegar por Ciudad Quesada, Grecia o Guápiles.
Entrada : ¢500, adultos; ¢300, niños. La entrada es gratis si se contrata el recorrido en tractor o a caballo, cuyo costo es de $15* (¢3.960).
Horario : De lunes a domingo, a partir de las 8 a. m.
Precios : Almuerzo: $8 (¢2.112). Alojamiento en habitación doble, con desayuno: $27 por persona (¢7.128). Alojamiento en habitación individual, con desayuno: $32 (¢8.448).
Paquetes especiales : Tour de un día, con transporte desde San José y almuerzo: $65 por persona (¢17.160). Paquete de 2 días y 1 noche, con transporte desde San José, rafting en los rápidos del río Sarapiquí, alimentación y alojamiento: $185 por persona (¢48.840).
*Todo se puede pagar en colones.
Recomendaciones : Es mejor viajar en auto de doble tracción. Hay mucho lodo y maleza, para que los animales se sientan en su hábitat natural, por lo que se aconseja llevar tenis o botas de hule, así como paraguas.
Teléfonos : 284-5904 y 476-0279.