El vocablo latino procrastinare, se compone del prefijo “pro” hacia y del adverbio “cras” mañana. Se utiliza mucho en inglés –procrastination-. En castellano en cambio, pese a estar admitido por la RAE, se usa con bastante menor frecuencia. Procrastinar significa dejar para después, aplazar o diferir. Al empezar un nuevo año creo que convendría preguntarnos si en nuestro país no estamos haciendo de la procrastinación un estilo de vida.
Hay temas cuya discusión en Costa Rica se sigue posponiendo. De pronto, como una moda, por cualquier circunstancia que uno pueda imaginarse, a veces de lo más profana, se empieza a hablar de ellos. Pareciera que por fin se generará un debate y se tomarán decisiones. Sin embargo, al final nada de nada.
Tres ejemplos. Algún periodista informa que el Poder Ejecutivo está negociando un concordato con el Vaticano y se dedica entonces un par de semanas a hablar del estado laico y del anacronismo que supone que en estos tiempos una persona jurídica –el Estado– profese una religión. Se esgrimen toda clase de argumentos, a favor y en contra, acerca de las ventajas de reformar el artículo 75 de la Constitución Política.
Un grupo de parejas plantea una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la prohibición –similar a la de la Libia de Gadafi– de la fertilización in vitro y entonces se levantan voces indignadas por lo que estiman un atraso vergonzoso y se intenta llevar un proyecto de ley a la Asamblea Legislativa para evitar el proceso.
Una pareja de gais se va a un Juzgado de Familia e intenta formalizar un matrimonio civil. A partir de ahí resurge el tema sobre la regulación de las uniones entre personas del mismo sexo. Se escriben artículos de opinión que reclaman la necesidad de que en una democracia se reivindiquen los derechos de los grupos minoritarios y otros anunciando toda clase de maldiciones y desgracias porque la idílica familia tradicional corre un gravísimo peligro.
Nada pasó. Los tres ejemplos que cito se dieron durante el año 2011. Llegamos ya al 2012 y las cosas siguen exactamente como a finales del 2010. Nada pasó y todos tan tranquilos.
Ante este panorama, más allá de lo que cada quién pueda pensar sobre estas y otras cuestiones, lo que uno se pregunta es por qué en Costa Rica existe tantísimo temor a poner sobre la agenda nacional ciertas cosas que en otros países ya fueron resueltas desde hace muchísimo tiempo o por qué –para no parecer demasiado ingenuo– hay grupos tan poderosos a los que se les ha permitido influir a tales niveles que pueden bloquear la discusión de aspectos cruciales en el espacio natural para una deliberación democrática: el Congreso. No digo de decidirlos en un sentido u otro, solo de debatirlos como corresponde.
Sí, tenemos muchas tareas pendientes, pero no podemos seguir siendo monotemáticos. Nuestro único dilema no es la crisis fiscal, nuestro único dilema no es la inseguridad ciudadana, son más, muchos más. Dedicar tiempo a una iniciativa no debe implicar la exclusión de otras.
Cincuenta y siete personas nos saturaron durante varios meses para que votáramos por ellas y por los partidos políticos que representaban. Las votamos y ahora que hagan lo que prometieron: parlamentar, debatir y legislar. No se puede vivir eternamente del pasado, hay cosas que toca resolver aquí y ahora, al menos abordar con seriedad sin miedos ni condiciones. A veces es ineludible posicionarse. La evasión no debería ser la única salida.
Abordar lo que ya se asoma como una endémica procrastinación podría ser un formidable propósito de año nuevo.