Las palabras del título tienen mucho en común y se usan frecuentemente como sinónimos. Pero voy a hacer un esfuerzo por diferenciarlas, con el fin de reflexionar junto con usted –estimado lector, estimada lectora– sobre un tema de importancia política o de educación ciudadana.
Entendamos premonición como una ocurrencia sumamente intuitiva, sobre un acontecimiento futuro: una expectativa que surge en la mente o el ánimo, sin explicación , casi como un temor súbito e irracional.
Un presagio se deriva de varios acontecimientos objetivos con sentidos compartidos: reflejan un patrón de la realidad; es un conjunto de indicadores sin precedentes que afectan la visión del futuro, para bien o para mal.
Una predicción es un anuncio específico sobre algo por ocurrir, con buena o mala fe: quien predice, suele tener interés en que el asunto suceda o no; y la realiza para favorecer o propiciar ese interés.
Un pronóstico se basa en un análisis objetivo de información empírica: se refiere a lo que es probable esperar a corto o largo plazo, con base en un diagnóstico; entre los cuatro conceptos, este es el que más se basa en una metodología clara o fundamentada.
Grados de objetividad. Ahora bien, en el orden definido, los conceptos van de menor a mayor objetividad, seriedad o responsabilidad intelectual. Y ¿qué relevancia o utilidad tienen esas precisiones para la realidad política actual? ¿En qué nos pueden servir, para mejorar nuestro comportamiento como ciudadanos?
Durante la campaña pasada, se dieron premoniciones, presagios, predicciones y pronósticos sobre lo que ocurriría –o cabía esperar– en un eventual gobierno de doña Laura Chinchilla propiciado e influenciado por los Arias. Infortunadamente, pienso que los ciudadanos o votantes no distinguieron lúcidamente dichos conceptos, para orientar sus preferencias y decisiones electorales. Además, algunos partidos y personas específicas se encargaron de confundir las cosas aún más para satisfacer sus intereses y preferencias.
Dado todo ello, para que los ciudadanos nos eduquemos políticamente y cívicamente, deberíamos hacer memoria de lo que pensamos, dijimos, escribimos, oímos y leímos al respecto durante ese proceso. Deberíamos tocar nuestros corazones, lenguas, computadoras y oídos para determinar en qué acertamos y fallamos. Seamos inteligentes, aprendamos del pasado, con base en lo que hicimos, concretamente.
¿Nos basamos en premoniciones, presagios, predicciones o pronósticos? ¿Cómo comparan con lo que está ocurriendo ahora, realmente, un año después? Como se dice del burro, me pongo por delante y examino todo lo que compartí con ustedes, respetables lectoras y lectores: pertenezco a un partido político; pero también soy científico social, disciplinado o metódico en las opiniones que suelo expresar.
Recientemente publiqué un libro intitulado AUTODESAFÍOS: Reflexiones de Humanística, que obsequié, con el apoyo del Centro de Investigación y Capacitación de la Universidad de Costa Rica (CICAP-UCR), a cada ministro, diputado, miembro de la Corte Suprema y alcalde, con un capítulo dedicado a la campaña.
Allí ensayé varios pronósticos que coinciden casi totalmente con acontecimientos observados hoy, en las esferas de poder, tanto dentro como fuera del Gobierno. Lo digo con buena fe, sin falsas modestias y dispuesto a dialogar al respecto con todo ciudadano o ciudadana que tenga interés.