Café, banano, Sagot
Alto contraste (Canal 9, lunes, 10 p. m.) juega con la dialéctica de las edades : el viejo y el joven, la experiencia y la audacia, el tino y el arrebato, Álvaro Fernández Escalante y Camilo Rodríguez.
El programa añade al formato de fuego cruzado, la participación de un tercero no excluido ni convidado de piedra, capaz -por tanto- de llevar la bifulca a trifulca.
La noche del pasado 7, Jacques Sagot -destacado músico, escritor de valía, brillante conversador- estuvo ahí, cuando Fernández Escalante dijo, a la hora de presentarlo, que "el café, el banano y Sagot" figuran entre los bienes exportables de que se precia el país.
Algo que nos enorgullece -así lo entendí-, aunque a la gran mayoría no le importe más que dominguear con tamaños blasones.
La presentación del caso, nulificadora del rito buenas-noches-cómo-está, abrió desde el vamos un debate libre de inhibiciones, a lo largo del cual dos acusados no pudieron zafar de la condena: el plebeyo de oficio y la tribu política.
Pero el lado transparente del corazón -y cabe subrayarlo- tuvo su media hora. La idea de belleza, el papel numénico de la mujer, el erotismo bueno y la bendición del arte, aquella finalidad sin fin de que hablaba Kant, ocuparon de modo insólito la pantalla chica (¡la pobre no está acostumbrada a tales manejos!).
Y hubo todavía un finale majestuoso, a tres voces, como debe gustarle a Sagot y (¿por qué no?) a muchos telecultores del goce.
Todo lo dicho, creo yo, justifica la repetición del programa; incluso aquello que rompió los esquemas: más de una vez, don Álvaro hizo de incendiario y Camilo de bombero.
Esto, sin embargo, no implica pasar por alto la rigidez de la cámara ni la reiteración de sus tomas. Pero la tevé -igual que la vida- es una fragua de compensaciones y la balanza se inclinó aquí de parte de lo conceptual y la justeza del verbo.
Gracias a ello, Alto contraste circunscribió un espacio único, una burbuja de palabras nobles y ocurrencias provocadoras. No apartadas del mundanal ruido (ni Fray Luis podría hoy), pero sí de los lugares comunes que abonan el camino de la televisiva mismidad de lo mismo.
Cambio y fuera.