
En un taller holandés, con la sutil luz que caracteriza a Ámsterdam, Miguel Lohlé inició su propia odisea. Tomando un poco de barro se dedicó a la creación de un lenguaje pictórico que viaja a través del inconsciente para encontrarse con el origen de la existencia. Mármol, granito, arcilla, barro y pigmentos naturales fueron los materiales elegidos por el pintor para constituir y dar vida a
Cuestionamientos, fascinación y asombro por la existencia humana impulsan al artista a buscar la manera de viajar a través de la técnica y encontrarse con la creación de una obra que se acerque a lo elemental, la simplicidad y el origen. Los materiales nos llevan por un viaje hacia lo orgánico, hacia fuerzas que brotan casi de la nada y se elevan en convergencia hacia eso que llamamos energía, pensamiento, protección o la misma destrucción.
Con pigmentos y materiales de ferretería sobre yute empezó a plasmar lo que él llama “cuestionamientos”. Trabajando directamente con las manos, fue incorporando los materiales con cola de carpintero, los que se revelan sorpresivamente a través del proceso creativo. En el cuadro predominan los colores del barro y el yute en contraste con las piedras molidas del mármol y el granito.
Este pintor argentino-holandés recuerda un viaje a Barcelona durante la década de 1990 pues entonces se puso en contacto con la obra de Antoni Tàpies, uno de los máximos exponentes de la pintura matérica en España tras la Segunda Guerra Mundial. Los estragos del conflicto habían dejado una huella en los artistas del momento, y en sus creaciones vemos la atracción que ejercían las fuerzas atómicas, fuerzas arrasadoras del origen y el fin, lo complejo y lo simple. La profunda fascinación que Lohlé experimentó por el lenguaje de Tàpies lo motivó a retomar la expresión, y, tras volver a su hogar de Ámsterdam, inició su trabajo.
En este caso, el ser sobrenatural queda simbolizado por la figura de más luz de la parte superior derecha. Este personaje parece estar unido al otro por un hilo rojo que está en constante fluidez. La figura oscura del fondo tiene un aspecto animal y representa la fidelidad, o, en este caso, la unión y el amparo que hay entre ambas figuras.
Para Miguel Lohlé, la obra constituye entonces un escudo que funge como guía en el proceso de transición material. Si uno visita su exposición en Galería de Viajes, se encontrará con la construcción de un código matemático (un “álgebra emocional”, como lo llama el pintor) que da rigor a su filosofía. El espectador hallará un sutil juego de luz que emana del polvo de granito o de los pigmentos naturales y se sorprenderá de cómo estos adoptan el papel casi fantasmagórico de energías que están en transición, de una existencia en movimiento constante.