Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com
Para ejercer la quiromancia hace hace falta creer en ella o, por lo menos, que el otro crea. En todo caso, aunque uno no sea maestro quiromántico, siempre acertará si lee una mano ajena y dice: “Es usted muy crédulo”. La fe en la quiromancia nos lleva de la mano. Se supone que la mano tiene líneas sobre las que el destino escribe letras que nunca vemos, de modo que dar la mano es cruzar destinos.
La lectura de la mano es un locus , un tema de la comedia española, en la que los gitanos tienen su parte: la peor parte. En la obra El encanto es hermosura , de Agustín de Salazar, Celestina declama: “Por mentir a lo gitano, / a todos la mano tomo / y me voy por ella como / por la palma de la mano”. En la mano del periodista de hoy puede leerse el artículo de mañana, y la del político es una mano que promete. De un mal organista, Bach decía que debía ser un buen cristiano porque su mano izquierda no sabía lo que hacía su derecha (Cfr. Mateo 6:2,3).
La imposición de manos surte efectos prodigiosos, y el boxeo lo demuestra. Se ha perdido el arte de leer las manos, salvo en las asambleas de ciertos partidos, en las que en las manos alzadas se lee la voluntad del líder, quien tal vez no sepa ni leer (entre ‘electorado’ y ‘lectorado’ no hay mucha diferencia).
La quiromancia vivió hermosos días, pero hoy solamente nos queda leer libros; y ¿cuáles son los libros más leídos, incluso por quienes no leen libros?: los diccionarios.
Un diccionario es un chismoso organizado, pero también tiene su historia, que cuentan otros. Así, el linguista español Fernando Lázaro Carreter (1923-1994) nos relata la hechura del Diccionario (llamado de autoridades ; seis volúmenes: 1726-1739), el primer lexicón que publicó la Real Academia Española (RAE). Se dice “de autoridades” porque incluye ejemplos de escritores reconocidos (autoridades).
En sus Estudios de linguística (cap. V), Lázaro historia la creación del Autoridades , la mayor obra intelectual de la Ilustración española, realizada en solo 26 años (el diccionario de la Academia Francesa tomó 65 años y fue mucho menor).
Fernando Lázaro, director que fue de la RAE, enseña que la Docta Corporación Matritense nació sin neurosis puristas; más bien, incorporó términos excéntricos a Castilla y palabras de la germanía (del mundo pícaro y hampesco).
El Diccionario de autoridades fue obra de aficionados pues en ese tiempo no había profesionales de la linguística; pero obra de aficionados eruditos y amantes del idioma.
Cuando se terminó la obra, algunos fundadores ya habían muerto, como el director, el marqués de Villena, y el laborioso italiano Vincencio Squarzafigo, viejos verdes en el sentido prístino: viejos viridianos cual los jóvenes árboles frutales, renacientes cada día desde su ilusión intelectual. En junio próximo se cumplirá el tricentésimo aniversario de la fundación de la RAE, viridiana también en sus 300.