
Manuel Elizalde, el controvertido millonario filipino que vivió en Costa Rica y que fue expulsado en setiembre de 1986 por presuntas dudas acerca de su conducta, falleció el 4 de mayo en Manila, Filipinas.
Elizalde llegó a nuestro país en octubre de 1984. No obstante, dos años después, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) le canceló la autorización de pensionado rentista a raíz del procesamiento que se le siguió en Costa Rica por presunta corrupción de menores.
De acuerdo con informes policiales, el filipino organizaba suntuosas fiestas en su finca, a las que aparentemente acudían empresarios y políticos costarricenses.
El cuestionado inversionista, quien vivió en El Coyol de Alajuela, donde poseía una lujosa quinta, tenía impedimento de ingreso a Costa Rica. Dicha disposición generó malestar entre algunos diputados del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).
“Esperamos que no se trate de un asunto de persecución política por la amistad que hay entre Elizalde y el doctor Jaime Gutiérrez Góngora, excandidato socialcristiano a la segunda Vicepresidencia de la República, expresaron en ese entonces los congresistas Federico Villalobos, Rodolfo Sotomayor y Carlos Monge Rodríguez.
El 5 de diciembre, la directora de Migración, Pilar Norza, tras conocer un sobreseimiento a favor de Elizalde --por falta de pruebas-- levantó el impedimento de salida.
Elizalde, graduado en sociología en la Universidad de Harvard, llegó al país a invertir, invitado por Gutiérrez Góngora, de quien fue compañero en aquella casa de estudios superiores.
Antes, en Filipinas, aparte de dedicarse a labores empresariales familiares, participó, de 1967 a 1983, en el gobierno de Ferdinand Marcos. Se retiró de esa nación por disputas con Marcos a raíz del asesinato del líder opositor Benigno Aquino.
Gutiérrez Góngora recalcó que Elizalde había venido al país huyendo de la dictadura de Marcos para buscar tranquilidad, contribuir al desarrollo y ayudar a los más necesitados.
Tras abandonar nuestro territorio, el filipino dijo no tener intenciones de volver a Costa Rica. “Siento un gran sinsabor por Costa Rica, por la persecución de la que fui objeto”, expresó en aquella oportunidad.
En setiembre de 1993, la policía de Sevilla, España, lo vinculó con un negocio de trata de blancas y tráfico de joyas.