El boxeo es la tumba de los pronósticos. Cuarenta años atrás , el consenso era uno: a los 32 años de edad, a Muhammad Ali le esperaba la paliza de su vida por parte George Foreman, de 25 años, una fuerza de la naturaleza hecha boxeador.
Big George destruía rivales con su pegada salvaje: en sus tres anteriores combates mundialistas (potenciales 135 minutos), solo necesitó de 11 minutos y 35 segundos para hacer añicos a Joe Frazier, Joe King Román y Ken Norton.
Frazier y Norton, recordemos, le habían propinado a Ali sus dos únicas derrotas. Norton, además, fue capaz de quebrarle la mandíbula al Bocazas.
Sí, Ali iba al matadero y en su equipo el sentimiento era de pánico; pero...
Como sucedió en 1964, ante otro destructor con guantes, Sony Liston, Ali se pasó los pronósticos por el fundamento (parafraseando a Gabriel García Márquez).
En el octavo round, siete golpes quirúrgicos derrumbaron a Big George, sobre la lona del ring del Estadio Nacional 20 de Mayo, en Kinshasa, Zaire (hoy, República Democrática del Congo), gracias a los $10 millones que puso el sátrapa Motobu Sese Seko sobre la mesa del amoral promotor Don King.
La cara del asombro del mundo por el derrumbe de Foreman quedó retratada en la de los reconocidos escritores estadounidenses George Plimpton y Norman Mailer (en los círculos izquierdo y derecho, respectivamente).
“En el instante que Ali da el golpe definitivo y Foreman empieza a caer, Ali le sigue con la mirada.
“Tenía su derecha para un golpe más, pero no la lanzó porque no quería estropear con un golpe torpe la estética del hombre que caía”, diría Mailer, años después en el premiado documental de When We Were Kings ( Cuando eramos reyes ).
Devenidos entonces en cronistas deportivos, Mailer escribiría luego una novela de “no ficción”, El combate, una referencia en periodismo, literatura y boxeo .
Hoy, Ali está sometido por el párkinson y nadie discute su grandeza. Foreman es un pastor que pasó por un año de insomnio y por dos de depresión luego de aquella estética forma de caer . Hizo millones vendiendo parrillas eléctricas, no le queda un trazo de aquella ferocidad y está lúcido para decir: “Ali fue mucho más que el boxeo”.