Aunque desde 1978 al menos un millón de personas lo han practicado, el recorrido en balsa o kayak por los rápidos de los ríos es una actividad sin ninguna regulación en Costa Rica, pese al esfuerzo de algunas compañías por organizarse.

La preocupación fundamental es que la industria del rafting -como se le conoce- crece cada vez más sin la garantía de que todas las empresas cumplan con las medidas de seguridad necesarias para minimizar los riesgos que este, como cualquier entretenimiento, conlleva.
La última de cuatro muertes ocurridas durante la práctica de este deporte despierta nuevamente la preocupación por la ausencia de un organismo privado o público que la supervise. El estadounidense Gerard Edwars murió el jueves anterior al caer de la balsa en que viajaba.
Profesionales en este campo consultados por La Nación destacaron que para evitar accidentes se deben tomar medidas como:
- La capacitación de los guías
- El uso y mantenimiento del equipo
- La información a los clientes
De acuerdo con informes suministrados por Mario Badilla, del departamento de Prensa del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), solo aparecen con licencia turística las firmas antes citadas, además de Pioneer y Costa Sol, esta última adscrita a la agencia San José Travel.
Según Badilla, solo las tres primeras pueden ser sometidas a inspecciones, mientras que las demás no están obligadas a tener algún tipo de registro.
Una iniciativa por organizarse surgió años atrás -sin que se precisara la fecha- y fue así como se creó la Asociación Costarricense de Rafting (ACOR) que tan solo se mantuvo alrededor de seis meses, de acuerdo con Diana Vargas.
"Nadie respeta las reglas. Se luchó y no logramos organizarnos. Eramos como cinco compañías y nosotros fuimos los primeros en retirarnos", comentó.
Cuatro muertes
De acuerdo con los datos que manejan los mismos empresarios y aficionados a este deporte, existen cerca de doce compañías que llevan turistas nacionales y extranjeros a 15 ríos en todo el país.
Entre los más frecuentados figuran el Pacuare, quinto en el mundo para correr rápidos y el Reventazón, que ocupa el tercer lugar para kayak.
Algunas de estas empresas son conocidas como "piratas". Es decir, que ni siquiera están inscritas en el Registro Público, razón por la cual no les preocupa cumplir con las normas básicas como son el uso de chaleco y casco.
"En realidad para haber llevado ya a un millón de personas por los ríos, los accidentes son mínimos, pero hay que cuidar la imagen mundial porque nuestros ríos son fabulosos", expresó Rafael Gallo.
Hasta la fecha se ha tenido conocimiento de cuatro muertes ocurridas durante la práctica de esta actividad. Las más recientes fueron la de Alberto Urbina Zeledón, cuyo cuerpo fue hallado el 2 de abril de 1995 en las aguas del río Reventazón y la del estadounidense Gerard Edwars -de 37 años-, quien se ahogó el jueves en ese mismo río.
El turista viajaba con la compañía Costa Sol Rafting, cuyos representantes dijeron ayer que no darán declaraciones hasta conocer los resultados de la autopsia. Su cuerpo, según informes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), será retirado de la morgue hasta el domingo, cuando llegue al país un hijo suyo.
En caso de...
Pero aparte del descontrol que reina sobre el funcionamiento de estas empresas, el problema también está en la posible desprotección de los clientes en caso de una fatalidad.
Según la consulta hecha al Instituto Nacional de Seguros (INS), estas firmas se amparan con un seguro de responsabilidad civil que cubre a todos los que viajan en la balsa. Aunque agregaron que no necesariamente todas las firmas adquieren estas pólizas.
Por su parte, el abogado Luis Fernando Burgos explicó que, en caso de accidentes o muertes, los usuarios de estas empresas posiblemente solo pueden acudir a la vía civil pues una acusación penal solo cabría en caso de que haya un "total desprecio a las normas de seguridad".
Además, dijo Burgos, dependerá de si el cliente firma o no algún documento por medio del cual asume la responsabilidad en caso de algún percance.
Antes del río
Como toda actividad, el rafting tiene sus riesgos. Con miras a minimizar las posibilidades de accidentes o problemas, se recomienda lo siguiente:
A los turistas:
- Comunique a la compañía -desde que compra el tour- y luego a su guía si sufre algún padecimiento cardiaco o respiratorio. También, en el caso de las mujeres, si está embarazada.
- Si no sabe nadar, infórmelo.
- No se permiten personas bajo los efectos del licor o drogas.
- Tampoco es conveniente que participen personas obesas.
- Acate siempre las recomendaciones del guía.
- Tener certificado de primeros auxilios y resucitación cardiopulmonar (RCP).
- Revisar su equipo -que incluye pito y cuchillo- y el de sus clientes. Todos deben llevar chaleco, casco y zapatos o sandalias.
- Conocer rutas de evacuación. En cada viaje se debe transportar equipo de reparación y primeros auxilios.
Emociones reguladas
Cada río donde se practica rafting o kayaquismo puede tener sectores que, por el grado de dificultad o peligro que ofrecen, se clasifican en distintos niveles. Estos son:
Clase I: Agua en movimiento con rápidos y olas pequeñas. Pocas o ningunas obstrucciones (troncos y piedras).
Clase II: Rápidos fáciles con olas de un metro aproximadamente, con canales amplios y claros que son obvios, sin reconocimiento. Se requiere alguna maniobra.
Clase III: Rápidos con olas altas e irregulares. Muchas veces capaces de tumbar una canoa abierta. Pasajes angostos que muchas veces requieren maniobras complejas. Puede requerir exploración o reconocimiento desde la orilla.
Clase IV: Rápidos largos y difíciles. Con pasajes que con frecuencia requieren maniobras precisas en aguas turbulentas. Casi siempre es necesario reconocimiento desde la orilla y con condiciones de rescate difíciles. Generalmente no es posible para canoas abiertas.
Clase V: Rápidos extremadamente difíciles, largos y muy violentos. Presentan rutas congestionadas que casi siempre deben ser exploradas desde la orilla. Condiciones de rescate difíciles y hay peligro significativo en caso de accidente.
Clase VI: Dificultades de la clase anterior llevadas al extremo. Casi imposible y muy peligrosos para navegar. Solo para expertos, luego de intenso estudio y con todas las precauciones del caso.
Fuente: Los ríos de Costa Rica, de Rafael Gallo y Michael W. Mayfield.