New York. Los muñecos Furby, que son los más populares y los más deseados en estos momentos en Estados Unidos, pueden representar un riesgo para la seguridad del Estado, según un documento interno de la NSA, la agencia de espionaje más importante de los Estados Unidos.
La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) advirtió que estos muñecos podrían ser utilizados para conseguir información sensible, dada su capacidad de grabar sonidos que se producen en su entorno.
Por esta razón, la NSA recuerda a sus empleados que "la posesión de equipos de fotografía, de vídeo y de grabación de audio está prohibida en las instalaciones. Y eso incluye muñecos tales como los Furby".
Estos muñecos de peluche con rasgos muy parecidos a los populares "gremlins" cinematográficos están equipados con una sofisticada tecnología capaz de grabar y reproducir de forma sintetizada los sonidos que recibe.
Los microprocesadores de ordenador y los transmisores y receptores infrarrojos, similares a los que emplean los aparatos de control remoto de televisión, permiten a los Furby hablar, dormir, emitir sonidos extraños y repetir algunas de las palabras que se pronuncian en su entorno, dando la sensación de interactividad.
Los responsables de esta agencia de espionaje, que se encarga de interceptar comunicaciones electrónicas en cualquier parte del mundo usando potentes satélites y otros sofisticados aparatos, temen que estos muñecos de apariencia inofensiva puedan utilizarse para grabar información sensible dentro de sus instalaciones.
"Aquellos que los tengan en su poder deben dirigirse a los encargados de seguridad en su departamento y seguir sus instrucciones", agrega la nota a los trabajadores.
Stewart Baker, un antiguo asesor de la agencia de espionaje estadounidense, señaló al diario Washington Post que sacar los Furby de las instalaciones de la NSA "va a ser casi tan difícil como introducirlos en ellas a partir de ahora".
Esta clase de muñeco, que tiene un precio en el mercado de unos $30 (cerca de ¢8.160), se convirtió en el objeto más deseado de las pasadas fiestas navideñas, en las que se formaron largas colas en las tiendas para conseguirlos y se llegó a pagar hasta diez veces su valor.