Podgorica (DPA). Hasta ahora, la pequeña república de Montenegro, que forma parte de la Unión de Serbia y Montenegro, a lo sumo se conocía como un destino para turistas que visitan la costa del Mar Adriático. Sin embargo, si depende de la voluntad del gobierno de Podgorica, Montenegro se convertirá en el Estado más joven de Europa.
Si gana el "Sí" en el referéndum que se celebrará el domingo 21 de mayo, Montenegro, que sólo cuenta con 620.000 habitantes, le dará la espalda a su "hermana mayor Serbia", cuya superficie es seis veces mayor y cuya población es nada menos que 13 veces más grande.
Todos los pronósticos auguran un resultado ajustado en el referéndum sobre la independencia de Montenegro. Muchos monten la pequeña república siga formando parte de un solo Estado compartido con Serbia.
El primer ministro Milo Djukanovic es el motor de las aspiraciones independentistas de Montenegro. Para el jefe de gobierno, Serbia sigue siendo presa de un nacionalismo que frena la integración de Montenegro en la Unión Europea (UE).
Djukanovic tiene a sus espaldas una carrera política impresionante. A finales de la década de los 80, ayudó al presidente Slobodan Milosevic, ya fallecido, a evitar la desintegración de la antigua Yugoslavia. Más tarde, Djukanovic se convirtió en el crítico más acérrimo de Milosevic y, por ende, en el político yugoslavo más querido en Occidente. Sin embargo, Occidente comenzó a tomar distancia de Djukanovic después de que se sucedieran las acusaciones que vinculaban al dirigente montenegrino con el contrabando a gran escala de cigarrillos y con negocios de la mafia.
El rival de Djukanovic, como defensor del mantenimiento de la unión con Serbia, es Predrag Bulatovic. "La cúpula del bloque separatista ve en la independencia la oportunidad de crear un Estado privado para Djukanovic" y algunos de sus amigos ricos, denuncia Bulatovic.
En el caso de una victoria de los independentistas, los "unionistas" proserbios amenazan con buscar la anexión del norte de Montenegro a Serbia. Además, la población asentada en la bahía de Kotor pretende conseguir la autonomía en un Montenegro independiente, ya que no se considera a sí misma como montenegrinos.
También entre los científicos hay quien pone en duda que los montenegrinos constituyan realmente un pueblo aparte. A ellos les gusta, después de haber bebido un par de copas de aguardiente, asegurar a los visitantes que los montenegrinos son "los mejores serbios", algo que rechazan rotundamente los partidarios de la soberanía. Estos afirman que Montenegro cuenta con una historia propia "milenaria" y quiere volver a ser un Estado nacional como cuando constituía un reino independiente en el siglo XIX.
Los serbios están desconcertados: no acaban de entender que, después de la desintegración de Yugoslavia como Estado multinacional, ahora también podría separarse su aliado tradicionalmente más estrecho. No pocos ven en ello la prueba de que nadie realmente puede llevarse bien con los serbios.
Durante varias décadas, la "hermana mayor" había asignado a Montenegro un número de puestos de poder en el Estado, el Ejército, el partido y en la economía notablemente mayor de lo que le correspondía, tomando en cuenta su escasa población, dentro del gran Estado multinacional yugoslavo. Lo que también deprime a los serbios es que la independencia de Montenegro significaría la pérdida de su "salida al mar": después de haber sido durante 88 años la república más poderosa dentro de la "yugoslavia mediterránea", Serbia se convertiría en un país sin acceso al mar.
La UE, que hace tres años había ejercido una suave presión para promover la creación de la Unión de Serbia y Montenegro, durante mucho tiempo rechazaba la idea de un Montenegro independiente. Sin embargo, al final tampoco el "padrino" de esta unión entre dos repúblicas, el responsable de la política exterior de la UE, Javier Solana, ya no podía ignorar el deseo de una gran parte de la población de Montenegro de buscar la separación de Serbia. Esto es así por que la Unión de Serbia y Montenegro, que no tiene ni un himno nacional ni una bandera nacional, resultaba ser desde los inicios un Estado inviable.
Finalmente, Bruselas sólo pudo lograr, junto con otras instituciones europeas, que la barrera para la independencia fuese lo más alta posible: para conquistar la independencia, la participación en el referéndum debe alcanzar más del 50 por ciento y al menos el 55 por ciento de los que acudan a votar deben expresarse a favor de la creación de un Estado propio.