En plena campaña política, la economista Laura Alfaro Maykall vino a su país para impartir el 12 de noviembre una charla sobre políticas económicas.
En las sillas del Edificio Cooperativo no estaban sus alumnos de la Universidad de Harvard. La escuchaba el grupo político de la candidata Laura Chinchilla y muchos de sus candidatos a diputados.
Por mediación de su exalumno René Castro, entonces jefe de campaña y ahora Canciller, la conferencista moraviana terminó ayudando al PLN a hacer planes en este país lleno de planes engavetados.
Ella impresionó con su conocimiento académico y algunos se dejaron soñar. ¿La profesora de Harvard querrá venirse a trabajar de ministra? ¿Querría ganar como ministra y lidiar con la política local?
Hasta entonces parecía claro que el politólogo Roberto Gallardo seguiría a la cabeza de uno de los ministerios más abstractos para la vida política nacional, pero de repente Chinchilla recibió un “sí” de la profesora de Harvard. Fichaje de lujo, dijo cuando la presentó.
Tan valioso resultó ese fichaje que cuatro meses después de comenzar el Gobierno, el sábado pasado, la Presidenta se vio en la obligación de salir a defenderla con micrófono en mano en Guácimo, minutos después de que un representante del sector municipalista se atrevió a señalarla desde el podio como la jerarca culpable de atrasar las leyes sobre descentralización.
Alfaro estaba ahí y no dio discurso. Era la protagonista muda de un dilema político que Chinchilla afronta con los representantes municipales, en momentos en que las dirigencias de todo el país están activas por la proximidad de las elecciones del 5 de diciembre.
La Presidenta aseguró que la Ministra no está opuesta a la transferencia de poderes centrales, sino que se toma el tiempo necesario para presentar proyectos con el mayor rigor técnico posible.
Así intentó Chinchilla acorazar a su ministra ante las críticas de dirigentes municipales y de diputados oficialistas, como Fabio Molina, presidente de la comisión legislativa de Asuntos Municipales.
“Su estilo ha sido confrontativo y descalificador. Debe reflexionar, sobre todo porque somos ocho partidos los que estamos trabajando por la descentralización (...) Es muy evidente que ella lleva las de perder”, opinó Molina este jueves.
Ahora, Alfaro está menos involucrada en la negociación con el sector municipal, cuyos voceros se sienten más cómodos dialogando con el ministro de la Descentralización, Juan Marín.
“Ella ha hecho un análisis de la coyuntura fiscal que puede ser válido y a lo mejor tiene razón en algunas cosas, pero también ha demostrado desconocer al sector municipal costarricense y toda su organización”, manifestó Marín, quien cree que buena parte de las dificultades obedecen a forma de ser.
“Cuesta poder explicarle; le cuesta variar sus razonamientos. Es 100% técnica y esto es bueno, pero ignora un punto importante, la viabilidad política”, opinó Marín.
Idiomas distintos. Chinchilla coincide en buena parte. “Ella ha abordado esto con un énfasis técnico y de alguna manera está inmersa en un mundo de políticos. Son 81 políticos (los alcaldes), más los diputados. Quizá eso genere problemas de lenguaje y comunicación”, dijo Chinchilla en Guácimo, tras subrayar la capacidad técnica de Alfaro y su preparación académica.
Eso no hay quien lo rebata.
Laura Alfaro siempre fue una eminencia en los estudios. Salida del colegio Saint Francis, a los 16 años deslumbraba con su agudeza en las clases de Economía en la Universidad de Costa Rica.
A los 18 trabajaba junto a sus profesores. A los 20 se fue a Chile y dos años después entró a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), de donde en 1999 salió con maestría y doctorado. Ahora tiene 38 años, un esposo brasileño, una hija y un ministerio a cargo.
Todavía habla con acento y a menudo contradice a algunos de sus críticos al asegurar que está suficientemente enganchada a la realidad nacional.
“Mi familia vive acá y el contacto es permanente. Además, he permanecido apegada a la realidad nacional e incluso he hecho análisis e investigaciones sobre Costa Rica”, respondió el jueves por correo electrónico, desde un país que sus colaboradores del Ministerio no quisieron mencionar, pues adujeron que era un “viaje personal”.
La propia jefa de los diputados verdiblancos, Viviana Martín, es una de quienes creen que la adaptación al medio ha resultado difícil para Alfaro, quien se declara liberacionista por tradición familiar., aunque nadie la recuerda pegando banderas verdiblancas.
“Ella se esfuerza por contribuir con una visión que trae de su experiencia profesional, pero la adaptación al país no es sencilla. Debe insistir un poquito más en comunicarse con el medio nacional, en especial con diputados”, dijo.
De Alfaro han llegado a divulgarse rumores variados, vinculados a su carácter y su influencia estadounidense, pero René Castro los califica como “codazos políticos”. “Me han llegado a preguntar si ella habla español... Esa es la típica serruchada tica, más fuerte todavía cuando hay visiones diferentes”.
Y agregó: “Venir de fuera es un riesgo porque entenderá menos el ‘pase corto’, pero es una oportunidad porque logra mantener la vista en el bosque y no en el árbol”.
Un reto. ¿Por qué aceptó Alfaro un cargo político? “Porque es un honor servir a mi país y contribuir con el gobierno de doña Laura (...) El ámbito de acción del Ministerio es un campo de asesoría y estrategia. Asumir el reto de orientar el proceso es importante en términos profesionales y personales”, justificó.
Roberto Gallardo consideró “digno de reconocer” la voluntad de Alfaro de entrar al Gobierno, pero estimó que hasta hoy su gestión ha estado marcada por el enfrentamiento con el sector municipal.
“Esto no es sencillo. Se ha enfrentado a un sector que se siente fuerte en este momento y con gran poder político. Debe fortalecer los lazos con él y con otros actores incluso dentro del Ministerio”.
Dennis Meléndez, actual regulador general, dice creer que a su exalumna la terminaron comprometiendo con el cargo y en un momento no le quedó más que aceptarlo, pero que tiene todas las aptitudes personales para cumplir.
“Tiene una gran capacidad de atender varias cosas a la vez, con la misma agudeza que le vi desde un principio en las aulas. Siempre fue cuestionadora. Uno no terminaba de hablar y ya veía que preparaba una intervención inteligente. Era desafiante”, recordó Meléndez.
Desafiante sí. En las entrevistas suele contestar con preguntas o al menos cuestionarlas. Es impaciente, quizá influida porque piensa rápido. Tanto que al hablar atropella sus propias palabras.