El poeta José Hierro, Premio Cervantes 1998, fue elegido el jueves como miembro de la Real Academia Española (RAE), con 22 de 25 votos, para ocupar el sillón "G".
Ese puesto "G" ha estado vacante desde el fallecimiento del diplomático y escritor José María de Areilza, en febrero del año pasado.
La candidatura de Hierro, la única que se ha presentado para cubrir dicha vacante, estaba avalada por los académicos Carlos Bousoño, Francisco Ayala y Fernando Lázaro Carreter.
Hierro, que el próximo día 23 recibirá el Premio Cervantes de manos del Rey Juan Carlos I, se mostró reacio durante años a formar parte de la Real Academia de la Lengua, porque, según ha dicho él mismo, no se consideraba "digno" de ello.
Pero a mediados de febrero se hizo público que Hierro había cambiado de opinión y, ante los numerosos requerimientos que se le habían hecho, aceptó que se presentara su candidatura.
José Hierro es una de las voces más representativas, junto a Blas de Otero, Gabriel Celaya y Eugenio de Nora, de la poesía social de la España de posguerra.
El elegido
Nacido en Madrid en 1922, su primer poema, Una bala le ha matado, apareció publicado en 1937.
Al finalizar la guerra civil fue detenido y procesado por "auxilio y adhesión a la rebelión".
Hierro permaneció en la cárcel hasta 1944 y allí empezó a practicar de forma sistemática la literatura.
En sus primeros escritos aparecen diversos hechos vividos durante la contienda, como la muerte de su padre, la interrupción de sus estudios y el descubrimiento de la Generación del 27, a través de la antología de Gerardo Diego, a quien considera su "padre espiritual".
Su obra no es muy extensa, pero sí muy intensa, de verso desnudo y profundo.
Entre contrastes
Definido por Vicente Aleixandre como una persona de contrastes, Hierro se dedica a la pintura como afición y a la poesía como vocación.
Escribió durante varios años en la revista Proel, de la que fue fundador, aglutinando junto a Celaya, Otero y Nora un movimiento lírico de sesgo realista que terminó por conocerse como poesía social, un género que él sigue considerando necesario porque el mundo sigue siendo injusto.
Su producción poética, en la que es fácil observar el exacto conocimiento y valor de cada palabra, incluye títulos tan esenciales a las letras castellanas como Tierra sin nosotros, Alegría, Con las piedras, con el viento, Quinta del 42, Estatuas yacentes, Cuanto sé de mí y Libro de alucinaciones.
Su último libro, Cuaderno de Nueva York (32 poemas en los que trabajó durante siete años), fue aclamado por la crítica desde su aparición en mayo de 1998, y va ya por su quinta edición, algo poco frecuente en una obra poética.
El poeta encuentra en un ruidoso bar madrileño cercano a su casa el lugar donde sentarse a escribir poemas, unas piezas que nacen de sus recuerdos sedimentados y que surgen de una inspiración que ha definido como "una desazón, como el hambre", para evocar momentos irrepetibles.