EN EL NOMBRE DEL REY: esta parece ser la máxima del emperador Kuzco, joven arrogante y egocéntrico, quien convierte sus caprichos en decisiones últimas en tierras andinas e indígenas. Se trata de las chifladuras del Emperador, no hay duda, y por aquí surge el título de la más reciente película de los estudios Disney en dibujos muy bien animados: Las locuras del Emperador.
El filme viene dirigido por Mark Dindal, quien ha puesto a su equipo de dibujantes a lucirse de lo lindo para hacer gala de una actitud ya tradicional en la cofradía Disney: el gusto por lo difícil, por resolver de la mejor manera y con buenos trazos cualquier dificultad narrativa. Audacia. Lo demás se resuelve con cariño y con sentido artístico.
Lo otro es el argumento: aquí se trata de una historia que -en manos menos creativas- habría sido (a lo sumo) una simpleza bien dibujada, pero el equipo de guionistas de Disney se dio gusto con sus juegos de humor, con la frescura del relato, con el envidiable manejo del anacronismo, con sus chistes agudos y con el desenfado inteligente para estructurar un relato coherente, muy bien amarradito, ágil (muy ágil) y seductor.
Al frente de ese equipo de guionistas tenemos a Jonathan Roberts y a David Reynolds. Ellos también diseñan personajes con criterio eficaz para dar intensidad a los acontecimientos.
Es así como asistimos a las extravagancias de Kuzco, quien está obstinado en convertir su imperio en una especie de "kuzcotopía", sin medir los intereses de sus aldeanos. En tanto, Kuzco debe enfrentarse a los juegos malévolos de Yzma, hechicera que lo convertirá en una llama, con la ayuda del musculoso sirviente Kronk.
Para salir del enredo (y de la selva donde está perdido), el Emperador -bien convertido en llama- solo cuenta con la bondad de un amable campesino llamado Pacha, con quien debe resolver conflictos comiquísimos y peligros extremos que resultan vacilones.
No todo es en vano: de la amistad entre Kuzco y Pacha surgen cambios personales importantes para evidenciar que siempre puede haber un final feliz, porque lo hay.
En resumen: los estudios Disney están dispuestos a confirmar que cada estilo de hacer cine tiene su propia historia, y que los dibujos animados pasan por su sello, desde allá -por 1926- cuando Walt Disney apareció con su Osvaldo, el conejo feliz, y luego con el ratón Mickey (personaje creado por el cómico Ub Iwerks).
Eso sí, la historia de los largometrajes de dibujos animados comienza en 1937 con Blanca Nieves y los siete enanos, soplo cinematográfico -pionero- de Walt Disney a un mundo maravilloso que se alarga hasta ahora con Las locuras del Emperador, una locura muy cuerda.
Cómo, dónde, cuándo
Las locuras del Emperador se exhibe en Plaza Mayor, Internacional, San Pedro, Cariari, Colonial, Variedades, Colón, Cinemark.
Entrada: ¢1.100, precio especial para pensionados.
Horario: Funciones regulares.
Inicio: Mañana, viernes.