La pregunta no es qué ha hecho Martina sino qué no ha hecho Roberto Quesada, el dueño de semejante alias.
A punto de llegar a los 55 años de edad, ese hombre cumplió ayer 40 de estar en la música. La celebración arranca hoy. Será, simplemente, seguir al pie de la letra la agenda del trío Recuerdos, con el que está desde hace tres años.
Percusionista y cantante del ya desaparacido pero legendario grupo Los Hicsos, este hombre bajito en estatura, pero grande en músculos, se hizo famoso en las décadas de los 70 y 80 cuando en los toques de Los Hicsos empezó a ponerse un pañuelo en la cabeza y a imitar a una dis que mujer. Martina era aquella figura, y poco a poco, Roberto fue ganando espacio como showman hasta convertirse en una versión tercermundista y tica de El hombre increíble , aquel sujeto musculoso y verde que también fue una famosa teleserie estadounidense, además de comic ( Hulk ).
Martina era la voz de temas como el mosaico Te canta la gallina y un tema que decía: "¡Ay, ay Martina! qué cosa terrible te estás convirtiendo en el hombre increíble".
En pie
Hace casi seis años que Los Hicsos se desarmaron, pero Martina, el mote y el hombre, sobrevivieron a ese grupo y a otros por los que pasó. Los Alegrísimos (1980-1988) y La Mafia, por ejemplo.
"He podido vivir y criar a mis hijos gracias a ella".
Recuerdos es su conexión con el pasado, el trío está integrado por Gerardo Ramírez (voz principal de Los Hicsos) y Carlos Navarro, y la materia prima de Recuerdos es la música de Los Hicsos. En Recuerdos vuelve a asumir el show de Martina.
"Ya a cierta hora la gente le hace a uno señas pidiendo el show de Martina".
La formulita no le ha caído nadita mal a Recuerdos, en su agenda abundan las fiestas privadas. La gente se asombra al escucharlos: son solo tres gatos pero suenan como todo un grupo y en pleno.
"Para mí Los Hicsos fue muy importante", confiesa Martina. Su pierna derecha no lo deja mentir. Desde el ruedo va subiendo el pantalón de mezclilla, pone la pierna sobre la mesa y ahí está: tiene tatuado el nombre del grupo en la pantorrilla, y en cada uno de los cuatro costados los nombres de sus hijos: Gustavo, Andrés, Allan Roberto y Carlos Alberto.
De pé a pá
Desde niño, Roberto sintió la necesidad de hacerse en este oficio, y aprovechaba cualquier oportunidad para aprender en la calle.
"Nosotros éramos muy pobres y en el pueblo hacían muchos turnos, pero no teníamos dinero para comprar algodón de azúcar o subirnos a los caballitos, entonces solo íbamos a ver los juegos y eso. Pero yo me quedaba por ahí escuchando a los grandes grupos que llegaban a tocar. Así iba aprendiendo y también travesiando cualquier instrumento", recuerda.
Es músico de oído y aprendió de otras experiencias por oídas también. "Yo siempre le pedía consejos a los músicos. Cuando tocamos con la Billo's Caracas Boys y con Pérez Prado me las ingeniaba para que los músicos me dijeran como hacer bien las cosas".
Empezó tocando las claves con un conjunto de ciegos allá en la Ciudadela Murillo en Cartago donde pasó su niñez.
A los 14 años ya era integrante de la Sonora Musical Cartaginesa.
Antes de ser reclutado por una orquesta fue sastre, junto a Gerardo Ramírez y a la familia de este. También fue vendedor de chances, del Eco Católico; limpió aceras y ventanas.
Cuando dejó Los Alegrísimos, en 1988, salió sin dinero, así que trabajó en un beneficio de café. Descargaba camiones, y hacía también las veces de ayudante en construcción.
Desde hace unos 15 años se dedicó al atletismo y es técnico en acondicionamiento físico. Tiene su propio gimnasio, El Apolo, en Cartago, y hasta participó en el concurso Mister Costa Rica de fisicoculturismo. Alcanzó el tercer lugar.
También ha sido actor. Tuvo dos papeles en filmes mexicanos: La leona y La huella , ambas de Diafragma Films.
Aún así, la música lo jala siempre para su lado. "¡Qué va! yo no he podido bajarme de este burro", bromea.
¿Qué le queda por hacer a Martina? "¡Diay!, hacer un grupo con mis hijos, porque también son músicos".v