Habla como una tarabilla. Se mueve como un colibrí. Tiene la sonrisa más conocida del país y es profeta en esta tierra de envidiosos y “baja pisos”.
María Torres es la primera dama del teatro costarricense, coronada por el aplauso de un público fiel que la sigue y lleva el registro de su dilatada carrera histriónica; siempre en las tablas, otras en la radio, varias en la tele y tal vez, un día de estos, en el cine.
Los treintones y más la recuerdan por
De niña pintaba para buhonera por su manía de jalar chunches en un saquillo; más crecidita destacó como deportista en el Colegio de Señoritas, ya fuera en basquet –por lo grandota– hizo ballet acuático y en softbol y béisbol llevaba el registro de los errores y los
Como nunca actuó en nada, ni en las veladas escolares; cuando don Miguel –su padre– supo que ella deseaba ser actriz escupió serpientes, palabras gruesas pero fáciles de imaginar por el estigma que aún pesa sobre el gremio de los actores y demás yerbas.
Sucede, cuenta María, que el teatro es para bohemios porque no pueden dormirse temprano. “Los aplausos lo llenan tanto a una que se sale cargada del escenario y hay que esperar hasta la madrugada para que se disipe la adrenalina, así es imposible dormir.”
En principio quería estudiar preescolar, pero “me enamoré del teatro apenas empecé en la universidad. Me ganaba cuatro mil pesos y era un montón de plata, alquilaba apartamento, pagaba la
Ya pasaron 32 años desde aquellas obras en que solo salía al final y por su talento nadie daba un peso partido a la mitad. Ahora, cuando la vida y ella se sonríen mutuamente, hace cuentas y ve que además de buena actriz es directora, codueña de dos teatros que rebalsan de espectadores y un cartel que mata del rabión a Melpómene.
Hace una década cambió el panorama artístico al fundar el Teatro Torres, en sociedad con su buena amiga Johanna Valverde; sin ayuda estatal salió avante, logró el éxito en un terreno donde los hombres campeaban a sus anchas y hoy abre el telón con obras de renombre mundial.
Disfruta de la comedia pero le va mejor en el drama. “Soy una mujer ordinaria con un trabajo extraordinario; hago lo que hace cualquier ama de casa, limpio, cocino, comparto con mi hija y llevo una vida común y corriente.”
Actúa solo en el escenario, el resto del día es María no más –como la canción–. “Dicen que todas las mujeres fingimos en la cama y eso no significa que estamos actuando, sería muy agotador actuar siempre”.
Nunca aprendió a manejar ni necesita un carro, va a todo lado en bus, en taxi o a “pata”; le encanta ir a los mercados porque ahí conoce el alma de su pueblo, de donde extrae a sus personajes y el público le reconoce esa sencillez.
Si jugara lotería su aguizote sería el cero dos, porque tiene dos hijos, María José de 15 y Simón de 23; dos perros, Kenia y un maltés; dos teatros; dos amigos que morirían por ella; y dos parejas en fuga.
Debería agradecerle a Julio César haber introducido –por amor a Cleopatra– las jirafas en Europa; María colecciona con pasión esos cameleopardos y, como ellas, busca la soledad, lejos de la manada.
-- ¿Es feliz?
--Sí, porque no tengo marido. Tengo más razones para ser feliz que para lo contrario, por ejemplo: ver los ojos de mi hija cada mañana. Poseo dos teatros exitosos. Soy una mujer plena y una madre solidaria.
-- ¿Por qué no tiene marido?
--Nunca me casé ni quise ser la señora de alguien; soy la señora mía y de Dios. Toda persona que está sola guarda en el corazón la esperanza del gran amor de su vida; espero una que me trate con respeto y se sienta orgullosa de mí. Si me llega a los 70 o a los 80 años disfrutaré lo que pueda; mientras, prefiero estar sola que mal acompañada.
-- ¿Ha tenido pareja?
--Estar soltera es bellísimo. Acabo de terminar una relación y me siento más plena así. Fue hace año y medio, no me dolió pero ahora sí. Espero volver a tener algo con alguien, si llega bueno y si no también.
-- ¿Pero cree en el amor?
--Ese de las películas de amarse para toda la vida no es real; debe haber una gran empatía y cariño por la otra persona; dudo que haya un amor que sobrepase las barreras como en
-- ¿Cómo ama usted?
--Es que se ama según la edad, de una manera durante la juventud, de los 20 a los 30 de forma casi madura; después de los 40 cuesta mucho entender lo que nos hizo sentir ese amor y a partir de los 50 es una maravillosa costumbre, que se convierte en una solidaridad impresionante y se tiene la certeza de saber que una cuenta con alguien que es tu amigo entrañable, con el que has compartido 20 o 30 años.
-- ¿Le gusta la soledad?
--Me encanta estar conmigo, estudiarme, enfrentarme, ver qué ha pasado con los años, lo que quiero hacer, acostarme un rato y llorar, leer la Biblia y pedirle sabiduría a Dios para salir adelante y eso lo puedo hacer porque estoy sola.
-- ¿Traía de natural la actuación?
--Eso lo descubrí en la universidad cuando hice el taller de teatro, dije ¡qué es esta cosa tan linda! y salí disparada para artes dramáticas. Ya ve'yo quería estudiar preescolar (...) Si alguna muchacha quiere ser actriz le digo que le entre, que luche por sus sueños y por hacerlos realidad, eso es maravilloso. Esta es una profesión muy estigmatizada.
-- Pero' ¿tenía talento?
--Empecé suavecito, salía solo al puro final de las obras. En los primeros cinco años nadie daba un centavo por mi. Pesaba 180 libras y aparte de la falta de talento era goooorda; pero lo rico es lo que está adentro y escuchar cuando le dicen a una “puchica María me hacés reír o llorar” y eso sí vale la pena.
-- ¿Tiene muchos años en estas lides?
--De mi generación soy la única que sigue sobre las tablas; ya son 32 años. Solo paré cuando hice
-- ¿Cómo se inició?
--Con
-- ¿De ahí pasó a la tele?
--Fue paralelo. Salía en
-- ¿Por qué acabó ‘Caras Vemos’?
--Fueron casi siete años en ese programa y aún la gente me recuerda. En canal 7 creyeron que se había cumplido un ciclo y mejor lo dejaron ahí. Todo se acaba, como las candelas.
--¿Y qué fue de Marcia Saborío?
-- Conservo su amistad. Ambas tomamos rumbos diferentes, pero eso no significa que estemos peleadas; circulan muchas habladurías de cosas que nunca sucedieron. Tampoco descarto que podamos trabajar juntas, tal vez no en
-- ¿Se las sabe todas?
--Nunca; me queda mucho por aprender y es muy rico leer, enfrentarse a personajes nuevos, respirar, llorar, reírse; eso sí, estudio mucho. Me gustaría ser periodista.
-- ¿Qué le duele de la vida?
--Todo. Cuando deja de doler es porque una está muerta. Una no puede negar la tristeza. La vida es tragedia y comedia. En mi caso ha sido más la primera pero eso no me ha quitado las ganas de seguir viviendo.
-- --¿Se quita los años?
--Tengo 52 recién cumplidos. Cuál año quieren que me quite: el que fui madre; cuando murió mamá o mi abuelita; no puedo quitar nada porque aprendo de las lágrimas y de las sonrisas. No puedo desechar lo bello y bueno de la vida.
-- ¿Le atrae más la comedia?
--Prefiero en general el drama. La comedia la disfruto horrores, es una catarsis hacer que la gente se ría y reírme; en los momentos más difíciles de mi vida he hecho comedia y eso me ayudó a superarlos.
-- ¿Es una buena actriz?
--Me faltan años para ser una gran actriz. He cambiado mucho y creo que ahora soy más madura; manejo mejor la técnica para respirar, pararme en el escenario, utilizar las manos, hablar; el talento no es nada sin educación, solo así se puede crecer.
-- ¿Qué tiene para que le vaya bien?
--Soy una mujer sencilla de los barrios del sur; nací entre la Estación del Pacífico y la Maternidad Carit en San José; tengo una empatía con el público porque soy corriente. Salgo en buzo, recién levantada voy a la pulpería y no hay una docena de paparazis persiguiéndome.
-- ¿Qué tal es como mamá?
--La maternidad no es para cobardes; hay que tener un par de ovarios bien puestos porque por lo general una termina trabajando sola, sacando los hijos adelante y la gran mayoría, no digo todos, los hombres no están. Ojalá cada hijo viniera con un manual debajo del brazo. He sido madre y padre dos veces.
-- ¿Eso es puro cuento feminista?
--No es ninguna verborrea de lucha de género; voy todos los meses a pensiones alimenticias de Montelimar y hay miles de mujeres peleando por una pensión para sus hijos; están solas porque los hombres se van y las dejan y no quieren asumir sus responsabilidades; hay que perseguirlos, echarles la ley y ¡qué pereza!
-- ¿Qué deseaba hacer con su vida?
--Quería algo diferente; ser reconocida, que la gente me amara y le gustara lo que hago; todo eso ya lo tengo, por eso para mí no es tan necesario recibir un premio nacional de teatro, porque la gente me lo da con sus aplausos después de cada función. Todo el tiempo soy juzgada, me debo al público que paga.
-- ¿Siente que merece un premio?
--Si creyera que merezco algo sería muy idiota. Lo tengo todo, que más le puedo pedir a Dios y a la vida. Tengo 32 años de carrera, soy directora y codueña de un proyecto exitoso.
-- ¿Eso es falsa modestia?
--Si así fuera lo diría. Somos dos mujeres solas, emprendedoras, que levantaron un proyecto teatral sin ayuda estatal; este era un negocio de hombres y debe reconocerse el trabajo de las mujeres en la cultura tica. Nos ha costado mucho.
-- ¿Es profeta en su tierra?
--El tico no reconoce el éxito por envidioso, pero este país es mi vida; cuando salgo añoro regresar y ver las luces amarillas. No quiero irme de aquí y sí, deseo decir que fui profeta en mi tierra.
-- ¿Por qué fundó el Teatro Torres?
--Con mi socia, Johana Valverde, me di cuenta que tenía muchas obras y no habían salas para eso. Ella es luminotécnica y desde hace diez años tenemos esta empresa, compramos el lugar y montamos el negocio. Ella es una mujer muy emprendedora y luchadora.
-- ¿Qué ve en el horizonte?
--Vienen muchas cosas. Queremos mantener abierto el teatro de lunes a lunes, montar una temporada alternativa entre semana, realizar
-- ¿Aún la gente va al teatro?
--Las épocas de crisis son muy buenas porque el público quiere distraerse, reírse, verse reflejado en el escenario. Tengo fe en que la dramaturgia nacional surja en estos momentos difíciles.
-- ¿Y esas obras comerciales?
--Todo es negocio en la medida en que uno cobra; hay piezas para todos los gustos y es una gran bendición que los teatros presenten obras para intelectuales y pachucos, sin ser peyorativos.
-- ¿Qué tipo de piezas presentan aquí?
--Solo las que han sido un éxito mundial. Los derechos de autor son caros pero garantizamos piezas de calidad, con actores de talento. Pagamos derechos de autor, un “avaluar” que es un permiso para montar la obra y un porcentaje de la entrada bruta se le paga al dramaturgo; por eso hay que garantizar temporadas largas.
-- ¿Tiene amigos?
--Solo los necesarios. Una puede decir que tiene un montón, pero tal vez de diez solo uno daría la vida por una. Tengo por los menos dos amigos que harían eso por mí y es más que suficiente.
-- ¿Alguna manía de artista?
--Las naturales de cualquier persona. Me encanta tender la cama y dejarla bien estirada; en el camerino todo debe estar en orden. Por lo general soy chunchera, nunca tiro nada porque creo que podría ser útil en algún momento; de niña andaba un saco lleno de tapas, botellas, muñecas sin cabeza y un día me lo botaron.
-- ¿Colecciona algo?
--Jirafas, muchas jirafas.