Sus manos siempre están activas, son inquietas. Y ¿cómo no? Son las de una maestra. Sí, las de una "niña" de 59 años que dejó la tierra limonense para adentrarse en las zonas vírgenes de Talamanca y hacer lo que más le agrada: enseñar.
Sus dedos recorren cientos de páginas en busca de conocimiento, se divierten con la tiza y la pizarra, y de vez en cuando, se entretienen fabricando collares de perlas. Elena Francis Reid es de esas maestras sin límites y emprendedoras.
"Cuando recién finalizaba el colegio me integré a una misión que iba para Talamanca. Junto con otras dos mujeres fundamos la escuela de Amubri", recuerda con nostalgia.
Su dedicación y esfuerzo le merecieron recientemente el premio Fernández Ferraz, el cual otorga todos los años el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica a un educador.
Niña Elena, como la llaman los pequeños de la zona, se pensionó hace 10 años, pero ella continúa sumergida en las aulas, y actualmente le ayuda a un grupo de indígenas en la preparación para los exámenes de bachillerato que se inician mañana.
"Yo no soy de esas personas que guardan pergaminos o trofeos. Lo que hago lo hago por amor y no para recibir reconocimientos. Este premio lo recibo por aquellos que se han esforzado igual o más que yo y aún permanecen en el anonimato", agrega esta mujer, quien nació dentro de un hogar muy humilde.
Además del diploma, el premio también incluyó una cantidad de dinero.
"¿Qué voy a hacer con el dinero? Lo guardaré para algunos de mis mandados y para ayudar a mis alumnos. A veces llegan a pedirle a una dinero para comprar un libro o algún material, y yo quiero ayudarles con eso".
Dos días a la semana viaja más de seis horas desde Talamanca hasta Limón para "hacer unas vueltillas" y visitar a su padre.
Fue allí, en Barrio Roosvelt, donde nos contó parte de sus aprendizajes.
El comienzo
Su casa es humilde como ella; sencilla como sus palabras; cálida como el afecto que siente hacia los niños.
En Amubri comenzó su historia de maestra. Allí trabajó durante tres años. Al tiempo que los pequeños aprendían español, ella aprendía el bribri.
"Los niños tienen una capacidad increíble. Ellos al principio me hacían bromas, y a veces no me querían enseñar ciertas palabras porque decían que ya iba a entender lo que hablaban en clase", recuerda entre risas.
Luego se trasladó a Katsi, y allí trabajó sola por más de 15 años. En el mismo rancho pajizo en que vivía abrió un espacio para que más de 35 niños llegaran a aprender.
"Al igual que yo les ponía calificaciones, los alumnos me ponían notas según mi evolución con el lenguaje. Uno muy bandido siempre me ponía 7".
En las tardes, después de finalizar las lecciones, le enseñaba a los adultos por amor al arte, como dicen.
Su tiempo libre era muy reducido. Si no estaba dando lecciones, era fácil encontrarla en su casita leyendo y preparando las clases. En vacaciones de tres meses se dedicaba a estudiar y ampliar sus conocimientos como docente y se graduó del Instituto Profesional del Magisterio.
Al que madruga...
Tres horas de sueño le bastan para recobrar la energía. Toda su vida ha estado acostumbrada a madrugar.
"A las 4 a. m ya estoy levantada. Siempre me despierto como a esas horas. Las clases las comenzábamos muy temprano: muchos niños debían venir de la montaña y cuando había mal tiempo tenían que regresar antes de que los ríos se desbordaran", comenta.
Además, los domingos visitaba y visita diversas iglesias del lugar y ayuda a los sacerdotes en la catequesis.
"Yo soy una terca, muchas veces digo que me voy a dormir temprano, pero cuando me doy cuenta ya es más de la medianoche y todavía estoy dando vueltas", agrega.
Si bien está pensionada desde hace 10 años y su residencia está en Limón, Elena asegura que su hogar está en Talamanca, y por eso vive allá.
Doña Elena es de esas maestras convencidas de que el espacio de aprendizaje no es solo el aula, sino cualquiera.
En 1979 se unió al proyecto de Maestro en el Aula.
"Me acuerdo que al padre de la misión -Bernardo- le ofrecieron un curso en Limón para aprender sobre el manejo de la radio. Él no pudo ir, entonces fui yo. Íbamos en avioneta, allí me enseñaron a manejar los aparatos y me integré a la radioemisora La Voz de Talamanca".
Actualmente trabaja con jóvenes que cursan entre el primer y segundo año de colegio.
"El trabajo que realizo es voluntario, me encanta la educación y ayudar a los niños y jóvenes. Esto es lo mío y no me veo haciendo otras cosas".
Elena en frases
"Yo no soy de esas personas que coleccionan reconocimientos".
"Todos los niños tienen una capacidad enorme para aprender".
"Talamanca es mihogar. La gente y el trabajo son como un imán que me atrae".
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"Nunca me cansaré de darle las gracias a Dios y mis padres por haberme dado la vida".
"De niña pensaba ser secretaria, pero mi verdadera vocación es educar".
Otros galardonados
Andrés Guzmán (1984)
Rafael Obregón (1985)
Lilia Ramos (1986)
María Eugenia Dengo (1987)
Rafael Cortés (1988)
Olga Espinach (1989)
Lía Gómez (1990)
Arnoldo Herrera (1991)
Nora Ramírez (1992)
Fernando Centeno Güell (1993)
Victoria Garrón (1994)
Rosa Font (1995)
Gabriel Ureña (1996)
Miriam Álvarez (1997)
Jesser González (1998)
Mujer con trayectoria
Estas son algunas de las consideraciones que tomó en cuenta el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica para conceder el premio a Elena Francis:
Acumula más de 25 años en el campo de la educación
Aunque ya está jubilada sigue dando lecciones.
Además de la enseñanza primaria dio clases de costura a las mujeres de Talamanca.
Se convirtió en una consejera familiar.
Imparte lecciones de inglés.
Es una persona humilde, sencilla y dedicada a su trabajo.
Fuente: Dulcelinda Páez Mayorga, promotora social de la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas.