
Vevcani, Macedonia. EFE En la pequeña localidad de Vevcani (Vevchani), en el suroeste de Macedonia, se celebró este año, como desde hace más de 14 siglos, el carnaval pagano en el Año Nuevo ortodoxo por la festividad de San Basilio, los 13 y 14 de enero. Las creencias y tradiciones de antes y después del cristianismo se han unido en Vevcani donde, según las antiguas costumbres lo viejo y lo malo se va con el año que acaba y comienza un año nuevo limpio y sin maldad.
“El lapso entre el fin del viejo y el comienzo del nuevo año es, según la mitología, un periodo de caos. Entonces se hacen cosas no permitidas en otros días y de ahí este caótico carnaval”, dijo el profesor Nikos Chausidis, de la Facultad de Etnología y Arqueología de Skopje.
Historia. El día de San Basilio es cuando los macedonios ortodoxos –el 65% de la población– celebran el Año Nuevo según el calendario juliano, y cuando unas 3000 personas se disfrazan, pese a que los clérigos ortodoxos nunca han aceptado esta manifestación.
Los participantes del carnaval, que en 1993 se convirtió en parte de la Asociación europea de ciudades que los organizan, salen a las calles disfrazados de cabras, osos, burros, lobos o cerdos, cantan y bailan antiguas danzas y rituales paganos.
“Se disfrazan de animales porque desde la antigüedad la gente quería que el año nuevo fuera de cosecha abundante, que hubiera pan, verduras y frutas, y se consideraba que los animales traían esa fertilidad”, dijo el profesor Chausidis.
Los habitantes de Vevcani ya no se dedican a la agricultura, sino que la mayoría trabaja en Alemania, Italia y Suiza, donde son conocidos como buenos albañiles, aunque durante el carnaval todas las casas están llenas de estos trabajadores que vuelven a sus hogares.
Cada 13 de enero al anochecer empiezan los disfrazados a salir a las estrechas y empinadas calles de la localidad. En la última década suelen verse máscaras de personalidades de la vida política que satirizan los acontecimientos políticos mundiales de la actualidad.
Lo primero que se oye desde la parte baja del pueblo es el tañer de las campanas que los disfrazados llevan colgadas al cuello o en la cintura y en las horas siguientes el cañón del río Vevcani se llena de turistas y diplomáticos que vienen a pasar dos días al estilo pagano.
“¡Vete, vete, criatura malvada! Desde hoy yo reino en La Tierra. La lluvia y la nieve barren todo mal”, grita por las calles Antonio, de 29 años, que este año se disfrazó de duende de los cañaverales del lago de Ohrid. “Abran paso, el perro está muy rabioso. Muerde hasta a los niños”, bromea un pastor tirando de la cadena a un gran perro marrón.
Después de la liturgia nocturna en la iglesia de San Nicolás, los anfitriones reciben a sus huéspedes.