
Dice que su nombre es La ardilla y que su sobrenombre es Luis López. Sus 31 años en el periodismo le permiten contar con un pasaporte de vida visado para hablar de esa profesión que le ha generado más satisfacciones, triunfos y recuerdos inolvidables que memorias ingratas, aunque los goces de Europa lo hayan visto aguantar hambres, porque el presupuesto no daba. Es el periodista que desde Atlanta, EE.UU., en 1996, gritaba “¡Vamos Claudia, vamos Claudia!” y que, con aquella narración en vivo, puso a soñar a un país con la primera medalla olímpica. El mismo que corría, a toda velocidad, alrededor de la cancha, micrófono en mano, para llevar las incidencias de un juego, siempre con traje entero y con tacos como su calzado preferido. Califica como su “pulpería” al programa El expreso del deporte (domingos, 4 p.m., canal 13).
Nació en Nicaragua, pero desde hace 32 años cruzó la frontera para estar lejos de la guerra.
Llegó a Tuetal Norte de Alajuela, procedente de su natal ciudad, León de Nicaragua, un 20 de octubre de 1978, cuando era un muchachillo de apenas 19 años que huía de la guerra y que buscaba una oportunidad para estudiar.
La Universidad de Costa Rica lo vio nacer como periodista, en una profesión que, asegura, le ha dejado los bolsillos vacíos y recuerdos inolvidables.
Vive agradecido con la tierra que lo vio nacer, pero mucho más con la que lo acogió y lo hizo hombre. ¡Sí!, aquel que en su época de estudiante pasaba todo el día con un vaso de leche y un banano. Hoy, viaja con un pasaporte que en el frente dice “República de Costa Rica”.
--¿Su primera impresión cuando llegó al país?
--Me enamoré desde que llegué, por la calidad humana de su gente, su clima, por la belleza del territorio y por ser un país sin ejército. Estudié en la Universidad de Costa Rica, donde tenía una buena beca por jugar béisbol.
--¿Alguna vez ha sido discriminado o víctima de la xenofobia?
--Nunca me han hecho sentir mal y me identifiqué desde que llegué. Lo digo sin hipocresía: vivo agradecido por la tierra que me vio nacer, pero allá, soy un desconocido. Cuando viajo, lo hago con mi pasaporte tico, el único que tengo.
--¿Se vino solo?
--Solo, sin conocer a nadie, con una carta escrita por mi madre (ya fallecida) dirigida a una señora que yo no conocía: Lourdes Mendoza. Ella me albergó mientras estudiaba, cambió mi vida.
--¿Y su familia vive en Nicaragua?
--Mis padres ya fallecieron y mis hermanos están por el mundo. Una hermana vive en Suiza y otra en Estados Unidos, y un hermano en Canadá. Un hermano falleció en España, en un accidente de tránsito. Nacimos en Nicaragua, pero la guerra nos expulsó a todos.
--¿Añoranzas de su niñez allá?
--Una generación de amigos que perdí, producto de la guerra. Todavía viven allá algunos tíos y primos. Queda mi nacimiento, sin tener grandes recuerdos.
--¿Cómo resumiría su carrera de 31 años en el periodismo??
--Es la experiencia más hermosa de mi vida, luego del nacimiento de mi hijo y de verlo crecer. Son 31 años de trayectoria abrazados con pasión, como una prolongación de mi entusiasmo por el deporte.
--¿Cómo describiría su programa El expreso del deporte?
--Es mi hijo profesional y parte de mi vida alrededor del periodismo deportivo. Siempre soñé en tener algo propio, como una oportunidad profesional de decir lo que yo pensaba, sin más ataduras de las que yo me imponga. Es mi pulpería.
--¿Una pulpería, que ha estado cerca de cerrar sus puertas...
--Lo tenemos al aire, contra viento y marea. He sacado de mi salario para sostenerlo. No quiero que se muera y más de una vez he tenido que hacer eso..
--¿Ingratitudes de esa profesión?
--El 98 por ciento de mis experiencias han sido muy lindas, pero también hay un dos por ciento amargo, aunque siempre convencido de que esto era lo mío. No he tenido oportunidad de hacer dinero, ni ha sido ese el norte de mi vida. Soy un proletario de la información.
--¿Cuál ha sido su norte?
--Mi norte ha sido más profesional que económico. No he aprovechado las oportunidades económicas que la vida me ha presentado, sino que he ido en detrimento de mis ingresos por algunos logros profesionales, como estar, con mis recursos, en siete tours de Francia.
--¿Tiene dinero?
--Qué dinero puedo tener si lo poco que me ahorro lo gasto en ir a un tour de Francia a comer atunes y hamburguesas. No me importa venir y ser el limpio que soy por cumplir un sueño.
--¿Usted sí puede rajar con eso de ir a los mundiales mayores de futbol'?
--He ido a siete. Tres fueron financiados por la empresa (canal 7). Los otros cuatro salieron de mi bolsillo para poder estar donde he querido estar, ahí, en momentos históricos del deporte internacional. Esa ha sido mi vida, un desgaste permanente por soñar y hacer cosas, por satisfacción, por alegría y por currículo.
--No creo que la profesión haya sido ingrata solo en lo económico...
--Hubo momentos difíciles, como llegar a Miami, con permiso pero sin goce de salario, ir a dormir a una colchoneta para buscar a Romario, jugador brasileño y que no me diera pelota. Él estaba en un restaurante y le dijo al guarda que me sacara. Eso fue en 1998.
--¿Cómo surgió su sobrenombre?
--Por inquieto. Yo jugaba softball y béisbol, corría por todo lado. Además, como reportero, corría alrededor de la cancha y la gente decía que yo parecía una ardilla. Hoy, ya no tengo la energía de esa época, pero intento ser el correlón y el atarantado que va de un lado al otro.
--Pero... ¿quién le puso así?
--Javier Rojas fue quien lo hizo famoso en la radio. En 1980, me metieron a la vuelta ciclística y el sobrenombre se hizo de dimensión nacional. Rojas decía ¡“venga La ardilla por Columbia”!
--¿De los eventos deportivos que cubrió, cuál guarda con mejor recuerdo?
--Son dos inolvidables e históricos: Atlanta 96 (las Olimpiadas), con esos gritos de “¡Vamos Claudia, vamos Claudia!”, una estupidez desde el punto de vista profesional, pero era lo que me nacía en ese momento. Solo se me ocurrió sentirme un aficionado más alrededor del momento histórico que vivía.
--¿Y el segundo?
--El mundial de Italia 90. Estuve ahí, con mis propios recursos, como mochilero, pasándola muy mal, pero contento con lo que estaba viviendo. Esos ocupan el primer lugar en el podio de mis mejores momentos.
--Usted fue por muchos años el reportero de canal 7 en la cancha de futbol. ¿Cómo ve la labor que se realiza ahora durante las transmisiones?
--Es un asunto de personalidad, cada quien lo vive a su manera. Debo ser sincero: no veo muchas transmisiones porque siempre ando en las carreras de atletismo o ciclismo, ya sea corriendo, grabando o supervisando para el programa.
--¿Cuándo usted corría, en traje entero, para entrevistar a los médicos o a los jugadores... lo hacía por show o era parte de su manera de trabajar?
--Era una proyección de mi personalidad, la necesidad de tener todo rápido, estar ahí y llegar primero para decirle a la mamá del jugador que su hijo estaba bien. Me ocupaba de detalles de la velocidad del viento. Quería hacerlo bien.
--Yo era un chiquillo, pero también lo recuerdo a usted usando términos médicos, casi como un experto'
--Tengo un hermano que es médico y al él le preguntaba para dominar algunos términos. Él me orientaba para dominar los nombres de las articulaciones y los huesos. Yo manejaba esa información como parte de la preparación para la transmisión de los partidos.
--¿Era complicado manejar los silbidos y gritos de la afición, que lo vacilaban cuando usted corría?
--Se siente como una colmena que te persigue en plena carrera. Siempre sentí que la gente fue amable y una silbatina se la llevaba cualquiera. Nunca recibí un insulto o un madrazo. Se fue poniendo muy difícil la situación con los árbitros que no me dejaban correr, porque si lo hacía, el delegado de campo me sacaba.
--Yo recuerdo verlo saltar la malla para entrar a la cancha...
--Llegué al extremo en que tenía que saltarme la malla en el segundo tiempo para entrar a la cancha, porque me sacaban y yo tenía que regresar a hacer entrevistas y otra vez me tiraban a la gradería. Tuvimos que negociar con la Federación y con la Comisión de Arbitraje para que me dejaran estar en algún sitio.
--También hubo un día en el que llegó a presentar noticias, con todo y los tacos puestos...
--Un compañero del canal me la cuadró ese día. Yo siempre andaba con tacos. Ese día jugábamos un partido en la tarde, llegué al canal y Javier Rojas presentaba los deportes, pero llamó para decir que no podía ir. Me asignaron presentar las noticias. Parecía un centauro, de la mitad para arriba todo bien y para abajo, todo mal. Me senté en el set, y cuando me di cuenta estaban mis tacos en pantalla. Solo pasó una vez. Eso impactó demasiado y ya no pude guardar el secreto.
--¿Cuál secreto?
--Era una necesidad económica para mí. Ya había gastado tres pares de zapatos en el invierno. No me rendían, entonces decidí buscarme unos tacos y tratar de disimularlo. Podía correr, me sentía libre y estaba igual que los jugadores.
--¿Pero siempre los usaba?
--Siempre. A donde fuera, me la jugaba con los tacos bien embetunados.
--¿Cómo está el tema de la familia?
--Me casé con una linda dama costarricense y tengo un hijo de 17 años. Él es mi tesoro. Mantengo una bonita relación con él, de amigos y está en quinto año del colegio. Estuve casado durante 14 años.
--¿Todavía está casado?
--Tenemos 10 años separados. Yo vivo en San Pablo de Heredia. La verdad es que ella y yo nos respetamos mucho y nos hemos dedicado a criar a nuestro hijo de la mejor manera posible.
--¿Algún pasatiempo, fuera del deporte y del periodismo?
--Soy adicto a la televisión, veo noticias, programas de humor y deportivos, oigo música romántica y escribo algo de mi locura que llamaría poesía.
--¿Es capaz de quedarse un día entero, en la cama, control remoto en mano, comiendo snacks?
--Es muy difícil que pase un día así. Mínimo, me levantaría para ir a jugar billar, futbol o a correr. Perderme la luz del sol y la belleza de respirar el aire de la calle sería un día muerto en mi vida. Siempre intento hacer algo.
--¿Tiene alguna vanidad?
--No tolero sentirme en manos de gente que no tiene nivel académico. Esa es la única parte en que me vuelvo un tipo difícil. No acepto que en mi carrera exista alguien que quiera alterar o ponerme un pie adelante. Soy un abanderado de mi profesión y saco las uñas cuando tratan de imponerme algo que vaya contra mi concepto de ejercicio de carrera.