
“De niña, vivía en una finca de mi padre en San Juan de Chicuá, en las faldas del volcán Irazú, y solía hacer muchas travesuras a mis hermanos Ilse y Rodolfo. Una vez, le metí a Ilse –quien es un año menor que yo–, un ratón de verdad en la cama. En esa época (los años 70), yo veía la telenovela argentina
“En el patio de nuestra casa, teníamos una casita hecha para mis tres hermanos: Lilliana, Roberto, Roxana y yo; en ella jugábamos siempre. Una vez, se nos ocurrió que podíamos entrar seguido por la puerta y salir por la ventana. Mi hermana Lilliana iba delante mío y, como tardaba tanto para pasar, la empujé y cayó de cabeza, torciéndose el cuello. ¡Qué susto! Mi mamá tuvo que salir corriendo al hospital mientras una vecina nos cuidó hasta su regreso”.
“Jugando escondido con mis hermanitos, una vez escondí al menor, que tenía 3 años, en el basurero. Era un basurero grande y con tapa. Metí otra bolsa y lo puse a él dentro; cerré la bolsa y le puse la tapa al basurero. Yo me escondí en el patio y a mí sí me encontraron, pero a mi machito no. Hasta el rato me empezó a llamar porque ya no quería estar ahí. Mami se dio cuenta hace poquito que le contamos”.
“Cuando yo era bebé, mi mamá salió a la pulpería. Yo quedé dormido en la cuna y ella le dijo a mi hermano que me cuidara. Mientras ella estaba afuera, yo desperté llorando y mi hermano, con tal de aplacar mi llanto, me dio budín. Desde entonces, me gusta mucho pero, según me cuentan, su ‘remedio’ me enfermó bastante”.