La primera versión del cigarrillo electrónico que circula en el país desde hace dos meses, no es santo de la devoción de las autoridades nacionales de Salud ni de los grupos antitabaco.
Mientras los promotores lo anuncian como “el futuro del fumado” y una alternativa “menos dañina” que el cigarrillo tradicional, sus opositores no dudan en considerarlo “un símbolo de muerte y enfermedad” para la población.
El producto ingresó al mercado nacional justo cuando los diputados tienen pendiente la discusión de un proyecto de ley para imponer restricciones más severas a la venta y a la publicidad de tabaco.
Este proyecto tiene su raíz en el Convenio Marco para el Control del Tabaco, que el país ratificó en octubre del 2008.
Sin embargo, dicha coyuntura no fue un obstáculo para que los esposos Luis Retana y Silvia Madrigal decidieran aventurarse en este negocio.
Retana y Madrigal representan aquí a la empresa inglesa Gamucci, una de las compañías productoras de cigarrillos electrónicos en el mundo.
Retana contó que la iniciativa de traer este cigarrillo nació de una inquietud personal: él es fumador y, cuando nació su hija, sintió la necesidad de encontrar una opción que no dañara la salud de su pequeña recién nacida.
Navegando en Internet, conoció sobre la existencia del cigarrillo electrónico, un invento chino de fecha reciente (2004).
Las características del producto le llamaron inmediatamente la atención. Según contó, el e -cigarrillo no produce humo sino vapor de agua; tampoco, cenizas. No tiene tabaco ni ninguna de las otras sustancias cancerígenas con las cuales se fabrican los cigarrillos tradicionales.
Tampoco es dañino para las personas que rodean al fumador pues, asegura Retana, no produce sustancias que puedan convertir a los otros en fumadores pasivos con los mismos riesgos para la salud de quienes fuman activamente.
La única sustancia peligrosa que contiene este nuevo producto es nicotina, responsable de convertir en adictos a las personas y de causar problemas a nivel del cerebro y el sistema vascular.
Apariencia
A simple vista, el cigarrillo de Gamucci parece un cigarro tradicional. Pero no. Es un dispositivo microelectrónico con forma de cigarro que expulsa nicotina cuando la persona inhala.
En el país, Gamucci vende un kit o paquete, que incluye la batería, el cargador y cinco cartuchos con nicotina. El precio promedio ronda los ¢100.000.
Los cartuchos aquí se ofrecen con diferentes niveles de nicotina –y también sin la sustancia– y, pronto vendrán con sabores.
A la defensiva
Pero este nuevo negocio no hace nada de gracia a los defensores de la salud y los luchadores contra los efectos del fumado.
Para la ministra de Salud, María Luisa Ávila Agüero, este “artefacto sigue siendo un veneno, ya que contiene nicotina y puede inducir a los jóvenes a creer que no adquieren la adicción”.
“Ventajas no tiene ninguna. Desventajas, la falsa sensación de seguridad y efectos adversos iniciales lentos, lo cual hace que el usuario lo considere seguro”, manifestó la Ministra.
El director de la oficina regional de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carlos Samayoa, expresó su total acuerdo con la posición de las autoridades nacionales de Salud.
La OPS es el brazo en las Américas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo que ha denunciado la falta de pruebas científicas para demostrar la seguridad y eficacia del cigarrillo electrónico: “La OMS no lo considera un tratamiento legítimo para quienes están tratando dejar de fumar”.
“Es una nueva forma de hacerse adicto a la nicotina, de sufrir infartos del miocardio o derrames por acción de la nicotina en las arterias”, dijo Guiselle Amador, directora del Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA).
“Si creyéramos que esto va a dañar a la gente, no lo promocionaríamos. El problema es que hay mucho desconocimiento y la persecución se da por ignorancia”, sostuvo Luis Retana.