En una de las paredes de la basílica Santa María Novella, en Florencia, parece abrirse un espacio: una capilla con bóveda de cañón y pilares corintios. Sin embargo, no hay ningún hoyo en la pared, es una ilusión óptica, resultado de un buen uso de la perspectiva y de una rigurosa aplicación de las luces y las sombras.
Una de las principales preocupaciones de los artistas del Renacimiento italiano fue conseguir, mediante el dibujo, la mejor manera de representar objetivamente la tridimensionalidad del espacio y los cuerpos. Se quiso mostrar escenas ideales en un soporte bidimensional, tal y como se verían en un espejo o a través de una ventana.
La técnica de la perspectiva fue, para estos fines, la más exaltada solución. Aunque su invención se adjudica al arquitecto Brunelleschi (de quien se cree que pudo haber participado en la creación de esta obra), nos encontramos aquí ante la primera pintura conservada en la historia en la que se muestra un espacio virtual de tres dimensiones construido correctamente sobre un plano, es decir, según las más estrictas especificaciones de la perspectiva lineal. Su ejecutor, Masaccio, puso a funcionar en ella las fórmulas geométricas necesarias para la creación de un hito en el arte occidental.
La Trinidad es un mural al fresco de figuras de tamaño natural. Fue realizado en 1425-27. La composición asciende desde los mortales, en un nivel inferior y externo, hasta Dios.
En cuanto al tema, llama la atención la mezcla que se da de la iconografía trinitaria junto con la de la Crucifixión. María, como intercesora, nos señala el misterio; el Padre sostiene la cruz, símbolo de su voluntad, y San Juan no se muestra agobiado, sino como orante. El Calvario se ha despojado de terror. Se sugiere así que la Trinidad es el centro de la fe y que el principio del sacrificio subyace en la humanidad. Sin desvincularse de lo anterior, abajo, el esqueleto de Adán nos recuerda mediante un epitafio: “Una vez fui lo que eres y lo que yo soy tú también lo serás”.