Don Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española y ponente de su Comisión de Gramática nos comentaba, hace algún tiempo, en un artículo del diario madrileño El País, cómo una lectora acusaba a la RAE de defender el lenguaje sexista y de denominar ciertas realidades de forma diferente a como lo hacen las leyes y la sociedad. Los datos que aduce sobre la discriminación de la mujer son inobjetables, pero las conclusiones que obtiene no son correctas.
Muchas personas parecen entender que, al igual que en el Congreso se hacen las leyes que regulan la convivencia entre los ciudadanos, en la Real Academia Española se crean las leyes del idioma.
No es así. Las palabras no significan lo que significan porque lo diga el diccionario o porque así lo hayan decidido los académicos en conciliábulo. Los principios que articulan la estructura de la gramática tampoco son como son porque los hayan acordado los académicos, sea con la participación de las mujeres o sin ella. Las lenguas no son, en suma, el resultado de un conjunto de actos conscientes de los individuos.
Critica la lectora a la RAE por defender el llamado empleo genérico del masculino, en lugar de aceptar que “el masculino no engloba a las mujeres”. Varias personas han propuesto que la RAE debería adoptar como norma el desdoblamiento generalizado ( niños y niñas, españoles y españolas, diputados y diputadas , etc.).
Por nuestra parte entendemos que recomendar el desdoblamiento generalizado sería un error, y no solo por razones de economía linguística, sino sobre todo porque los hechos demuestran que las mujeres no se sienten discriminadas por el uso del masculino en la mayor parte de los casos.
Si una mujer le pregunta a una amiga suya a la que no ve desde hace tiempo cómo están sus hijos , esta no va a pensar que está discriminando a sus hijas . Ninguna de las dos entenderá, además, que la pregunta apropiada tendría que haber sido: ¿Cómo están tus hijos y tus hijas? , y mucho menos (para evitar el desdoblamiento): ¿Cómo está tu descendencia?