A principios de mayo, varios sitios electrónicos publicaron una noticia cuyo título era atrayente: “Científicos logran viajar al pasado”. La nota aclaró que un grupo de científicos del Instituto de Óptica Cuántica de la Universidad de Viena había desarrollado un experimento con partículas subatómicas con el siguiente resultado:
“Lo que han conseguido ahora estos físicos es entrelazar partículas después que han sido modificadas, incluso en el caso de que una de ellas hubiese dejado ya de existir. Básicamente, esto significa que los investigadores de la Universidad de Viena han conseguido que acciones llevadas a cabo en el futuro ejerzan su influencia en eventos del pasado, aunque siempre dentro del ámbito de la física cuántica”.Luego de leer la noticia, inevitablemente podemos pensar que, aunque impresionante el hallazgo, el viaje en el tiempo sigue siendo un monopolio de historiadores y escritores, quienes han utilizado formas diferentes para desplazarse en el tiempo. En la ciencia ficción, por lo general, ha sido una máquina la que ha hecho real ese desplazamiento.
Origen. En la ciencia-ficción, el origen narrativo del viaje en el tiempo se ha adjudicado tradicionalmte a la obra de H. G. Wells (1866-1946) The Time Machine , publicada por primera vez en 1895. No obstante, los estudiosos de la ciencia-ficción han descubierto que el primer autor en escribir una obra sobre una máquina del tiempo fue el español Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902) con su libro El anacronópete , editado en Barcelona en 1887.
La máquina del tiempo de Gaspar, descrita por él como “de forma rectangular”, con “cuatro formidables tubos” y como “una especie de arca de Noé sin quilla”, podía viajar hacia el pasado y el futuro. Gaspar no tuvo suerte con su libro, a pesar de lanzarlo al mercado en una época en la que la ciencia-ficción comenzaba a tener un importante público.
Así, a pesar de que Wells no fue el primero en crear la idea de la máquina del tiempo, su novela sí gozó de éxito desde el principio y se convirtió en el referente central de este motivo literario.
Wells venía trabajando la idea del viaje en el tiempo desde 1888, cuando publicó su trabajo The Chronic Argonauts , aparecido en tres entregas en el Science Schools Journal , y en otros dos textos que no han sido recuperados por los estudiosos de su obra. Después de esos trabajos, se sabe que entre 1894 y 1895 Wells publicó tres borradores de The Time Machine antes de la versión definitiva.
Como Gaspar, Wells fue parco en su descripción de la máquina. Así, cuando el viajero del tiempo propone “¿Quieren ustedes ver la auténtica Máquina del Tiempo?” y nos apresuramos a leer el siguiente párrafo, la descripción decepciona:
“Tenía partes de níquel, de marfil, otras que habían sido indudablemente limadas o aserradas de un cristal de roca. La máquina estaba casi completa, pero unas barras de cristal retorcido sin terminar estaban colocadas sobre un banco de carpintero, junto a algunos planos; cogí una de aquéllas para examinarla mejor. Parecía ser de cuarzo”.
Variedades. Con ese origen borroso, la máquina del tiempo se convirtió en un objeto recurrente en la ciencia-ficción del siglo XX.
El historiador brasileño Ciro Cardoso ha resumido algunas de esas formas de viaje. Así, hay narrativas en que, por efecto de un viaje espacial, unos sujetos vuelvan a la Tierra sin haber envejecido, pero encuentran al planeta en una época futura.
En otras ocasiones, el viaje se produce sin intervención de una máquina; por ejemplo, por congelamiento, por una catalepsia seguida del despertar, un rayo que cae encima de alguien y métodos que suspenden una vida por décadas.
Aunque prevalece la visión de que el viaje se realice hacia el futuro, la vuelta al pasado también se ha explotado. Uno de los inauguradores de esa idea fue L. Sprague de Camp en su libro Lest Darkness Fall (1939), a quien continuaron escritores como Fritz Leiber con The Big Time (1957).
En 1999 Michael Crichton publicó su novela Timeline , traducida como Rescate en el tiempo (1999-1357), en la que se construye un viaje al pasado medieval. Sobre la máquina del tiempo de Crichton se dan varios detalles, entre ellos que está compuesta de cilindros. Su funcionamiento también se explica, partiendo incluso de una reseña histórica de cómo se había alcanzado la “curva de tiempo cerrada” a fines del siglo XX.
En Costa Rica. Este desplazamiento del futuro al pasado ha sido desarrollado en la ciencia-ficción costarricense por Iván Molina en sus cuentos “La miel de los mudos”, “Inmigrante frustrado” y “Sputnik”. En sus relatos, Molina no tiene ningún interés por referirse a la máquina que produce el viaje; la máquina no importa, sino solo el proceso de desplazamiento al pasado. ¿Por qué? ¿Qué simbolismo tiene esa ausencia? En realidad, en toda la obra de ciencia-ficción de Molina, las máquinas y la tecnología no son objetos de importantes descripciones. En su lugar, se pone énfasis en las relaciones sociales, las identidades, los encuentros, las experiencias y los sentimientos de los personajes.
En el caso de los viajes por el tiempo, esta decisión pesa mucho porque el lector debe contentarse con imaginar la posibilidad de la existencia de esa máquina, como ocurre en las novelas fundadoras de Gaspar y Wells.
La presencia de esa máquina sin su referencia explícita crea el problema de pensar el viaje al pasado en términos similares a los del historiador que se enfrenta a una fuente histórica o al del individuo que presencia una fotografía antigua. El historiador lee una fuente y la convierte en su máquina del tiempo, porque con ella comienza su viaje hacia el pasado.
Otro tanto hace aquel que se detiene a contemplar una fotografía y recrea frente a ella un tiempo ido que se recobra en la imagen y en la imaginación. En el momento en que ocurre ese traslado, no se produce realmente un movimiento físico, sino uno imaginativo, por lo que la máquina en sí no es importante, aunque sí lo son, desde luego, el “análisis” y el “desplazamiento” que provocan.
Molina no se desprende de esa fe en la historia; al contrario, apela a ella para crear viajes por el tiempo en sus cuentos, en los que la nostalgia juega un papel central.
Molina ha volcado su propia nostalgia por el pasado en sus personajes, y así los enfrenta a un “presente-futuro” que se empeña por despedazar lo que el autor añora del tiempo ido. Empero, el deseo por el pasado no conduce en sus cuentos a una irremediable vuelta al “hogar perdido”.
Los personajes aún a su pesar, vuelven finalmente a su realidad futura y permanecen en ella aunque sea material o simbólicamente concebida como una prisión. No se trata de una nostalgia restaurativa que pretende devolver lo pasado al futuro, sino de una nostalgia reflexiva.
Así, la máquina del tiempo presente y ausente en la narrativa de Molina es una metáfora más del juego de viajeros que visitan la Costa Rica de principios del siglo XX solamente para comprobar su irrecuperable presencia en el futuro.
EL AUTOR ES PROFESOR DE HISTORIA EN LA UNIVERSIDAD DE COSTA RICA.