“Una ‘niña’ inolvidable”
“En 1978, ingresé al primer grado de la Escuela General Tomás Guardia, en la ciudad de Limón, y fui recibida por mi inolvidable niña Carmen. Ella me ayudó en mis primeros trazos y me guió en la ruta del saber durante mis seis años de escuela. Fue tanta su influencia, que estudié la carrera de Educación y actualmente soy docente de secundaria en el área de secretariado. Aún hoy, cuando me la encuentro, la saludo con un efusivo ‘¡Hola, niña Carmen’”.
Alexandra James S.
“El último consejo”
“La niña Marta, hoy pensionada, es de esas educadoras que están en extinción. Un ángel en la vida de sus alumnos que no solo nos enseñó de letras y números, sino también a ser personas de bien. Lo que la hizo tan especial e hizo que marcara huella en mi vida fue aquel consejo que nos dio a pocos días de graduarnos en 1981. El consejo fue: ‘Cría fama y échate a dormir’”.
Albin E. Zamora V.
“La estricta y la dulce”
“Recuerdo que mi maestra de primero a tercer grado, Mariana, era súper exigente, del tipo que no aguantaba nada y a los compañeros malcriados y desobedientes les dejaba ir el borrador o la regla desde el pizarrón. Nos enseñó disciplina y orden, algo que tanta falta hace hoy a los estudiantes. La maestra Anita, que nos dio de cuarto a sexto grado, era otro tipo de personaje: dulce, más buena que el pan. Nos enseñó respeto y cariño por los compañeros y maestros. Ambas me enseñaron las cosas importantes de la vida”.
Juan Carlos Salas Carballo, Heredia
“Unir mente y cuerpo”
“Le guardo gran cariño a la niña Nora Monge, de sexto grado de la Escuela Joaquín García Monge. En las mañanas, antes de iniciar las clases, nos ponía a dar una vuelta corriendo alrededor de la cancha de futbol de la escuela, pues decía que el cuerpo y la mente debían estar conectados para aprender. ¡Y era cierto! Llegábamos al aula con energía para iniciar el día”.
Pamela Saborío