Con originalidad, Jorge Luis Borges tradujo un verso de Shakespeare: “Estamos hechos de la misma madera [stuff] que nuestros sueños” (conferencia “La pesadilla” en el libro Siete noches). Los genios huyen de lo normal, y Borges solía hacerlo, pero volvía siempre a nosotros; es decir, a lo normal. Al fin y al cabo, la diferencia es ya una forma de la soledad.
Lo normal es traducir aquel verso y poner ‘de la misma materia ’. Así aconsejan los diccionarios bilingues, pero Borges eligió una desviación elegante pues la palabra ‘madera’ es sobrina lejana de ‘materia’. Del latín ‘materia’ derivó ‘madera’. Ambos términos son corderitos del habla que triscan en el mismo campo semántico.
La traducción borgeana coloca a los sueños un punto más cerca de la realidad; la madera es más manual que la indecisa materia.
Pese a todo, ¿qué son los sueños, además de ser madera para construir versos en los dramas?
Herófilo, médico de la antigua Grecia, clasificó los ensueños en tres ámbitos: 1) los inspirados por los dioses, 2) los premonitorios, 3) los volitivos o deseantes (Massimo Fusillo: “El sueño de Medea”, Revista de Occidente , julio de 1994).
Ignoramos el porqué de la timidez de aquellos dioses, que emprendían el rodeo del ensueño en vez de presentársenos en la oficina y decirnos francamente qué querían; o quizá sí fueron y no creímos que eran dioses, y nuestro desplante les causó bajas de autoestima que analizan en los divanes del Olimpo.
Los ensueños premonitorios aún se usan y sirven para adivinar el número de la lotería que ganan los demás, de modo que –no se crea a los incrédulos– son infalibles.
Los ensueños volitivos o deseantes se entienden muy bien con nuestras bajas pasiones, y nunca nos enteramos de qué hablan entre ellos pues nos agarran dormidos.
Parece que los ensueños volitivos escenifican los más ocultos malos pensamientos, que uno siempre se pierde porque está despierto.
Afirman que pueden interpretarse los ensueños, aunque la interpretación quizá revele más del analizante que del analizado.
Parece también que la clasificación de Herófilo no ayuda a entender qué son los ensueños, mas habría que disculparlo porque así es como avanzan las pseudociencias.
En todo caso, esfumando el lirismo de los cuentos, estudios científicos sugieren que podemos soñar con cualquier cosa: con deseos, sí, pero también con recuerdos o marcianos verdes que bailan rap –o, en su defecto, con Lady Gaga o con la “voz” de Marcántoni–.
En Biología de la mente (FCE, 1999), Augusto Fernández Guardiola enumera los cambios electroquímicos del cerebro que fabrican ensueños. Lo cierto va por aquí, pero ¡eran tan hermosos los engaños!