Por Raúl Cortés
La Paz, 19 dic (EFE).- Atributo sagrado, alimento, medicina y el mejor antídoto para el mal de altura, la hoja de coca prevalece como uno de los símbolos ancestrales de Bolivia frente al estigma que la rodea por ser también la materia prima de la cocaína.
La polémica sobre el cultivo de este arbusto de la familia de las eritroxiláceas, característico de la zona andina sudamericana, ha saltado al primer plano internacional con el triunfo en las elecciones generales bolivianas del socialista Evo Morales, quien ha prometido despenalizar las plantaciones.
Pero también ha asegurado que eliminará el narcotráfico, con el argumento de que no forma parte de la cultura de los indígenas bolivianos, sino que es una lacra importada de Europa y Estados Unidos.
Para entender Bolivia y su historia es indispensable recurrir a la coca, cuya hoja es verde, pequeña y de sabor amargo, y se viene utilizando desde tiempos ancestrales entre los pueblos originarios con fines medicinales, rituales y alimenticios.
Cuentan los cronistas que la Colonia española prohibió en un principio su uso, como forma de represión a los conquistados, a causa de sus atributos sagrados.
Sin embargo, al percibir sus ventajas, especialmente porque incrementaba el poder de la mano de obra en las minas de plata, no solo la rescataron sino que la potenciaron.
Y es que el efecto del consumo de esta planta compensa en el organismo la falta de alimentos, escasos en las pobres llanuras del altiplano andino, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, y alivia el efecto que produce la presión atmosférica y la falta de oxígeno en la altura.
"Quita la sed, el hambre y el cansancio", dicen los indios, que aprovechan su valor nutritivo como forma de supervivencia.
La manera habitual de consumo es el "acullico", palabra usada en lengua nativa para describir el acto de masticar la hoja; pero también es rica en infusiones, muy recomendables a los visitantes a los Andes.
Aunque se han iniciado estudios para encontrar fórmulas y convertirla en un producto competitivo, su exportación sigue prohibida por constituir la principal materia prima de la cocaína.
Promotores, sin embargo, no le han faltado, como el presidente boliviano Jaime Paz Zamora (1989-1993), quien se presentó en la Cumbre Iberoamericana de 2002, celebrada en Madrid, con una hoja de coca en la solapa de su chaqueta.
La controversia en Bolivia radica en conocer la cantidad exacta de coca que se destina a los mercados tradicionales legales y aquella que se emplea para la elaboración de la cocaína.
Para resolver el problema, la Unión Europea financiará un estudio sobre el consumo interno que permitirá determinar si es conveniente reducir o ampliar los cultivos, según comunicó el eurodiputado socialista español Luis Yáñez al propio Evo Morales el pasado sábado.
"La coca no es droga (...), soy médico y lo sé", manifestó Yáñez en Cochabamba a los reclamos de Morales, quien se ha planteado como objetivo lograr que Naciones Unidas retire esta planta de su lista de sustancias prohibidas.
Según un informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), el cultivo de coca en Bolivia aumentó de 23.600 a 27.700 hectáreas entre 2003 y 2004.
La ley boliviana fija en 12.000 hectáreas la superficie máxima, por lo que desde hace años la Policía y el Ejército erradican las plantaciones sobrantes, lo que ha ocasionado sangrientos enfrentamientos, especialmente en la región del Chapare, el feudo de Morales.
Sin embargo, desde que en octubre de 2004 el presidente Carlos Mesa (2003-2005) autorizara a los cocaleros de ese zona la siembra de un "cato de coca", una medida equivalente a 1.600 metros cuadrados, la calma regresó al lugar. EFE
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