
Madrid (AP). Jamal Ahmidan tuvo frecuentes problemas con la justicia en España y su Marruecos natal. Pasó algún tiempo en la cárcel por traficar hachís y éxtasis y se ganó la reputación de zanjar sus disputas a punta de pistola.
El individuo de 33 años manejaba una motocicleta y al parecer bebía alcohol. Era un musulmán que no concurría a mezquitas militantes ni lucía la larga barba favorita de los practicantes más estrictos.
Por eso, cuando la policía antinarcóticos interceptó el teléfono de Ahmidan en enero y febrero del 2004 estaba segura de que sus conversaciones serían sobre negocios de drogas. Y no fue así.
El 11 de marzo del 2004, según dijeron las autoridades, Ahmidan y otras tres docenas de cómplices colocaron bombas en cuatro trenes surburbanos de pasajeros en Madrid. Mataron a 191 personas en uno de los ataques más mortíferos desde los lanzados el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos.
También destruyeron el estereotipo creado desde estos últimos ataques acerca del modus operandi de los radicales islámicos.
Ninguno de los atacantes de Madrid había estado jamás en Afganistán ni había conocido a nadie del círculo íntimo de Osama bin Laden. Una investigación de dos años sobre los ataques de Madrid no descubrió evidencia alguna de que Al Qaeda ayudara a planear, financiar o llevar a cabo los ataques, ni que los supiera de antemano.
Los ataques de Madrid fueron un llamado de atención. Son los terroristas nativos, y no los agentes extranjeros de Al Qaeda en células latentes como las que lanzaron los ataques del 11 de septiembre, los que plantean la mayor amenaza.
Teníamos sus teléfonos interceptados y no fuimos capaces de advertirlo, se lamentó ante la AP un alto funcionario español de inteligencia que participó en la investigación de los ataques de Madrid. Para nosotros era tan inconcebible que unos narcotraficantes planearan un ataque terrorista que si nos lo hubiesen dicho el día anterior lo habríamos ignorado.
Pero dijo que han aprendido la lección. Hoy estamos mucho más conscientes de la amenaza.
En un grado no precisado, el ataque de Madrid y otros sitios reflejan éxito en la cacería de los líderes de Al Qaeda responsables de casi 3.000 muertes en Nueva York, Washington y Pensilvania hace cinco años.
La caza mundial del grupo de bin Laden ha sido mucho más eficiente que lo que la gente supone para neutralizar la cúpula de Al Qaeda. Osama bin Laden y su lugarteniente siguen prófugos, pero muchos de sus íntimos de mayor confianza no lo están.
Abu Zubaydah. Ramzi Binalshibh. Khalid Sheikh Mohammed. Ahmed Khalfan Ghailani. Abu Farraj al-Libbi. Todos figuraron alguna vez entre los principales comandantes de Al Qaeda, y todos fueron arrestados en Pakistán y entregados a los estadounidenses, junto con cientos de figuras menores.
Quien fue el tercero en comando de Al Qaeda, Mohammed Atef, murió durante ataques aéreos estadounidenses en Afganistán en el 2001. Qaed Salim Sinan al-Harethi, jefe de operaciones en Yemen, voló en pedazos por un proyectil Hellfire en ese país en el 2002. Recientemente, el líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musab al-Zarqawi, murió en un bombardeo.
Si bien otros han pasado a ocupar sus lugares, muchos expertos dudan de que la organización pueda reemplazar la experiencia de sus principales líderes con la misma rapidez con que los liquidan.
Heinz Fromm, jefe de inteligencia nacional en Alemania, dijo este año que el grupo de bin Laden había sido degradado a una organización difusa, amorfa.
No se puede hablar más de un liderazgo central de Al Qaeda, agregó.
Magnus Ranstorp, experto en terrorismo en el Centro de Estudios de Amenazas Asimétricas, en Suecia, dijo que occidente ha malentendido consistentemente la naturaleza del enemigo que enfrenta, atribuyendo a Al Qaeda un nivel de control y liderazgo sobre grupos radicales locales que sencillamente no ejerce.
Por cierto, no ha habido ninguna evidencia firma de que Al Qaeda supiera o participara en ninguno de los ataques desde el 11 de septiembre, agregó.
Ranstorp y otros expertos en contraterrorismo advierten empero que no hay causa de celebración. Los progresos logrados para desbaratar el núcleo de Al Qaeda se han visto empañados por una corriente estable de ataques mortíferos de grupos locales, muchos de ellos extremistas musulmanes ansiosos por responder al llamamiento apocalíptico de bin Laden.
En un ataque tras otro, los militantes locales han demostrado ser capaces de destrucción masiva, con o sin ayuda de Al Qaeda.
En respuesta a las amenazas de grupos nativos, muchos gobiernos han reforzado sus redes de inteligencia, dependiendo cada vez más de informantes y agentes encubiertos en vez de acciones militares.
En España, los servicios de seguridad tienen a unos 250 supuestos militantes bajo vigilancia constante y vigilan algunas mezquitas extremistas, según el jefe de inteligencia, que habló bajo la condición del anonimato. Dijo que el número de agentes antiterroristas se ha triplicado desde los ataques del 2004.
En Gran Bretaña, versiones de prensa dicen que un informante que trabaja con el gobierno desde hace meses fue decisivo para desbaratar el plan de ataques a los aviones.
La agencia británica de espionaje nacional MI5 incorpora mil efectivos nuevos, lo que aumenta su número a 4.000 empleados. La Sede de Comunicaciones del Gobierno ha duplicado a 5.000 el número de analistas. Y el servicio de inteligencia de ultramar, MI6, está fortaleciendo su presencia en Pakistán y otros puntos del Medio Oriente.
En Estados Unidos, el FBI y la CIA han hecho esfuerzos bien publicitados para aumentar el número de agentes que habla árabe o urdu, el idioma de Pakistán.
Ranstorp, el analista sueco, dijo que la lucha contra el terrorismo islámico ha logrado varios éxitos importantes, en particular contra los líderes de Al Qaeda.
Pero advirtió que el concepto de yihad, o guerra santa, que desencadenó bin Laden en el mundo será difícil de combatir porque los grupos locales agregan sus propios reclamos y resentimientos al mensaje mundial.
Se ha encendido la chispa, afirmó Ranstorp. En términos del fenómeno del terrorismo estamos librando una batalla perdida porque ahora trasciende Al Qaeda.
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Los reporteros de AP David Stringer en Londres, Chris Brummitt in Yakarta, Indonesia; Louis Meixler en Ankara, Turquía, y Raf Casert en Bruselas, contribuyeron a este informe.