Dos mujeres articulan emociones en una piscina. Sucede en Francia, en una casa de campo, en la película Juegos perversos (2003), dirigida por Francois Ozon, cinta anglo-francesa que se exhibe en la Sala Garbo.
Todo comienza cuando Sarah Morton, escritora inglesa de policiales exitosos, desea renovar un tanto su estilo literario y se marcha a Francia, a la casa de recreo de su editor. Descansar y escribir: esta es su propuesta personal.
Sin embargo, la paz se le verá alterada el día que llega Julie, la hija francesa del dueño de la casa, y la realidad se trastroca de manera (si se quiere) violenta. Son dos tipos distintos de mujeres en un mismo hábitat.
Sarah acuña años. Julie tiene una juventud impetuosa. Sarah quiere reposo. Julie hace de la vida una explosión de emociones. Morena la primera. Rubia la segunda. Sedentaria la mujer adulta. Inestable la más joven. Conservadora una. La otra con juvenil voracidad por cualquier experiencia sexual.
Esta última es la ruta por donde, en la relación entre las dos mujeres, se va filtrando una sensibilidad extraña, un deleite por el placer, una voluntad por el sexo liberado de fatuos cánones sociales. Estamos ante una película introspectiva que, como tal, se toma su tiempo en acercarnos al nudo argumental.
Surgen los temas del deseo, de la voluntad humana y de la extraña presencia del destino, con un cadáver incluido cerca de la piscina. Hay virtud de buen cine para mostrar varios pliegues de los deseos reprimidos y de las pasiones rocambolescas.
La película, de pronto, asume un estilo literario, que es capaz de romper consigo mismo en un sorprendente punto de giro: la trama nos lleva a un final abierto y quedamos con la sensación de haber estado en un caleidoscopio de imágenes. Es como si viéramos el final de otra película: así de sorprendente.
Charlotte Rampling (Sarah) está magistral con su arte histriónico. Ludivine Sagnier (Julie) muestra más sensualidad física que talento actoral, y así funciona bien en la trama. El filme muestra que no siempre la miel es dulce, asunto de averiguarlo en el cine.
Cómo, cuándo, dónde...:
Juegos perversos se exhibe en la Sala Garbo
Entrada: ¢1.700.
Horario: 3, 5, 7 y 9 p.m.