El tiempo no ha sido muy generoso, o quizás no muy conversador. Personas que han seguido de cerca la historia de la Santísima Virgen de los Ángeles La Patrona, La Negrita concuerdan que pocos son los documentos que quedan para reconstruir la historia de la aparición de la imagen de esta virgen de piedra oscura.
Pero, varias son las leyendas que rondan su entrada a la vida costarricense, y que hoy recordarmos por Día de la Virgen de los Angeles.
Y si sobre este hecho escasean los textos, más escuetas son las fuentes documentales que se refieren a Juana Pereira aquella mujer que se supone hace unos 367 años encontró la imagen.
Unos dicen que quizás fue una joven, otros que una viuda. La mayoría concuerda en que, era mestiza "parda", no saben bien si india. Mestiza o morena, pero en lo que sí dan todos en el clavo es que aquella figura femenina era de una clase desposeída, una mujer pobre entre los pobres, una mujer que, por pura fe, rompió los decretos que dictaban a una Costa Rica de clases divididas.
Le llamaron Juana Pereira porque en el Padrón del Pueblo de San Juan de Herrera del 13 de julio de 1638 figura una viuda con ese nombre al lado del padre Alonso Sandoval.
Cartago y Caravaca
No se puede entender el papel de quien han llamado Juana Pereira sin tener claro como era la Costa Rica del siglo XVI.
En 1564 el conquistador español Juan Vázquez de Coronado fundó la ciudad de Cartago, en el valle del Guarco, al pie del Volcán Irazú.
En aquel entonces Costa Rica era una pequeña provincia de la Capitanía General de Guatemala y había una marcada división: los indígenas, los mulatos, los mestizos y los negros no podían mezclarse con los españoles, tanto así, que existía una señal de división en las afueras de la ciudad, era una Cruz de Caravaca.
Aquí es donde entronca la historia de Juana con la historia de la Costa Rica de ahora.
Narra la tradición popular que la mañana de un 2 de agosto, posiblemente del año de 1635 ninguna crónica confirma la fecha exacta Juana Pereira salió a buscar leña. Llegó al breñal de La Puebla de los Pardos o La Gotera, como se le llamaba al hoy barrio de Los Ángeles, y sobre una piedra que estaba en la naciente de un manantial de agua cristalina Juana encontró una pequeña muñequita negra. La figura cargaba un niño en sus brazos.
Juana la tomó y se la llevó a su hogar donde la guardó en un cofrecito, así como quien guarda un tesoro.
En la tarde de ese mismo día, Juana partió de nuevo al breñal, y sobre la misma piedra, del mismo manantial, volvió a encontrar posada la imagencita.
Juana asumió que era otra muñequita y repitió el "ritual": la tomó, se la llevó a su casa, solo que ahora creyendo que tenía dos en lugar de una sola.
Abrió el cofrecito y... ¡oh, sorpresa! Estaba vacío. Guardó la muñeca de nuevo y por tercera vez emprendió la misma ruta, y por tercera vez encontró la misma imagen, en la misma piedra, en el mismo manantial, en el mismo sitio. Volvió a su casa para verificar el interior del cofre, que estaba vacío...
Juana se alarmó y apresurada se dirigió a la casa del cura a quien le contó lo sucedido y le entregó la imagen.
"Ella no es solo la interlocutora entre el mensaje divino y lo humano, no solo es la escogida. Juana es sobretodo la mujer que representa a los desposeídos, a los pobres entre los pobres. Era mulata y tenía prohibido acercarse a la ciudad, ahí estaba la Cruz de Caravaca, y ella, por pura fe, y sin importarle los peligros, traspasa los límites de la ciudad para encontrar al cura. "Juana rompe así todos los decretos que organizaban a la sociedad costarricense de esos años", explicó, a Viva, Carlos Alberto Oreamuno cartaginés autor del libro Nuestra Señora de Los Ángeles, Patrona y Reina de Costa Rica . Fue párroco y director del Santuario Nacional de la Basílica de Nuestra Señora de Los Ángeles, y es hoy, el Subdirector del Sinart y el Director de Radio Nacional.
"Juana viene a llamar la atención de que el evangelio es para todos los hijos de Dios: para los ricos y los pobres, y que Cristo murió en la cruz para todas las razas sin importar el color y la condición. Al ser una mestiza la intermediaria, Juana borra esas clasificaciones", recalca Oreamuno.
Caminar hasta ella
Algunos historiadores afirman que fue el cura Alonso de Sandoval a quien Juana entregó la imagen, otros dicen que fue el padre Baltazar de Grado. Pero, más allá de la identidad del que la recibió, la leyenda cuenta que el religioso tomó la imagen y la guardó en una caja que luego colocó en un estante.
Con el fin de examinar la figurilla, al día siguiente el cura abrió la caja y la muñequita negrita no estaba. A todo esto, Juana iba a buscar leña y de nuevo se encontró la imagen en la piedra... la misma piedra.
Ella corre a buscar al cura a la ciudad, y este, acompañado de otras personas se dirigen a pie al breñal. En procesión el señor cura condujo la imagen hasta la iglesia parroquial y la depositó en el Sagrario. Al día siguiente la muñeca volvió a desaparecer.
Estaba en la piedra, la misma que se encuentra en la Basílica de Los Ángeles, a donde, hoy, en fila llegarán los fieles para pedir o agradecer milagros. "Para mí esta fue la primera romería", dijo Oreamuno.