Arriesgarse a recensionar la obra de un maestro, como lo es el papa Benedicto XVI, es casi un atrevimiento y el riesgo de no estar a la altura de la obra es prácticamente un peligro, que me atrevo a afrontar porque el mismo Papa dice claramente que “detalles permanecen discutibles”.
La opción metodológica del segundo volumen del papa Ratzinger, a mi juicio, es de importancia suma. Se trata de utilizar algunos resultados del estudio histórico - crítico del Nuevo Testamento, pero haciendo uso de una “segunda hermenéutica”, que se había descuidado por una especie de tiranía intelectual que ese método proponía, la cual consiste en leer los textos del Nuevo Testamento como creyentes, como testimonios de personas de fe y que el papa Ratzinger llama “hermenéutica de la fe”.
Figura y mensaje. Desde este método propone el autor su búsqueda personal de la “figura y del mensaje” de Jesús, en nueve capítulos que abarcan la historia de Jesús desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, con un apéndice sobre la gloria de Cristo a la derecha del Padre y su segunda venida.
Señalaré solamente algunos datos que me llamaron la atención porque hablan con claridad suma de temas que en algunos momentos fueron discutidos acaloradamente, y hasta propuestos como verdades limpias de polvo y paja.
Frente al intento de presentar a Jesús como un revolucionario político, que hasta podría justificar la violencia como se dijo en los años sesenta, el Papa explica que el “celo” de Jesús por la casa del Padre, jamás aceptaría la muerte de otro en nombre de Dios. Él mismo llevó a plenitud su celo entregándose a la muerte y rechazando la violencia.
Acto fundacional de la Iglesia. Frente a quienes trataron de presentar la Eucaristía como una creación de la comunidad primitiva, el Papa explica que ella misma quedaría vacía, sin el fundamento de la historicidad de la cena en que Cristo dio su cuerpo y su sangre en pan y vino. Es más, considera que el teólogo evangélico Ferdinand Kattenbusch tiene razón cuando considera esa palabras de la última cena el propio acto fundacional de la Iglesia.
Frente a quienes se atrevieron a decir que Jesús en la cruz experimentó “el abandono del Padre”, explica el Papa que el uso del Ps 22: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, en vez de ser un grito de desesperación, es un acto de confianza en Dios Padre que hace a Cristo morir en actitud orante. Además la expresión “todo está consumado” no significa “esto se acabó”, sino he llevado a plenitud el ejercicio del sacerdocio a través del sufrimiento y de la muerte en cruz.
Algo nuevo. Frente a quienes se atrevieron a decir que la resurrección de Cristo fue una experiencia íntima de los apóstoles, perfectamente conciliable con el descubrimiento del cadáver de Jesús por algún arquéologo', el Papa explica que en la Jerusalén de entonces jamás se hubiera podido hablar de resurrección con el cadáver de Jesús en la tumba, y que “solamente si Cristo ha resucitado, ha sucedido algo nuevo que pueda cambiar el mundo y la situación de los hombres”. Además, resultó nuevo para mí, el hecho de que el resucitado se presenta en Act 1,4 “comiendo la sal” (synalizómenos), es decir en un real encuentro fraterno que tiene efectos de alianza.
Impresionante. Frente a quienes osaron a decir que la primitiva comunidad se engañó con una esperanza cercana del advenimiento del Reino de Dios, el Papa explica que la esperanza del cristianismo vive de la certeza de que el Señor nos acompaña a lo largo de nuestra historia ( adventus medius de san Bernardo de Claraval) y vendrá con gloria al final de los tiempos.
Todavía me impresiona la importante cantidad de obras científicas que cita el Papa en cada capítulo y en la bibliografía final. No me explico de dónde saca tiempo para el trabajo intelectual, si tengo entendido que solo puede dedicar al estudio los martes, dentro de su apretadísima agenda de trabajo.
Más me impresiona la fidelidad en esta obra al principio enunciado en el primer volumen: “el dato histórico es un dato constitutivo del acto de fe”, porque el cristianismo no es “gnosis” sino experiencia de un encuentro con la persona de Jesucristo.