03/02/2012.Hora 4:08 p.m. Expocion de varisoa artistas en la Galeria de AArte en Escazu. En la foto Selva Iluminada de Omar Porras. CARLOS GONZALEZ/GRUPO NACION. (CARLOS GONZALEZ CARBALLO)
“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y, cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: “‘¡Ayúdame a mirar!’”. Con estas palabras, que Eduardo Galeano plasmó en
Así, en una muestra titulada precisamente
Con esta muestra se trata de que la gente empiece de cero a mirar, y por ello se incluye diversidad de visiones de los artistas: “Queremos que el público tenga una mirada desprejuiciada, como la de los niños. Es difícil que se despojen de lo que saben, pero nos gustaría que la gente mire el paisaje como si fuese una historia del arte que apenas comienza a contarse”, explica Ilan Izrael, gerente de Galería D’Art.
Los resplandecientes trazos de Omar Porras recuerdan la posibilidad de trabajar con el paisaje de manera sobria y elegante, y al mismo tiempo de aprovechar el derroche de virtuosismo que su perspectiva le ofrece.
Mientras, Armando Fallas destaca por los finos detalles de sus pinturas y por su temática “naive”, que vuelve al paisaje algo obvio, pero sorprendente al mismo tiempo. La coloración azul verdosa que caracteriza a sus cuadros remite al paisaje tradicional costarricense.
Luciano Goizueta es una explosión de colores vivos. Sus pinturas retratan una ciudad vacía y plana, llena de cableado eléctrico y rótulos comerciales, con una paleta de color encendida y de contrastes.
Luciano explica que mezcla la pintura con el diseño gráfico, y esto se evidencia en la distribución geométrica de los elementos que plasma en sus pinturas.
La pintura del artista salvadoreño Antonio Cañas dialoga con las demás piezas y replantea el paisaje desde los animales, con rasgos muy latinoamericanos y situando figuras de perros y toros dentro de su propia mirada indagadora.
Enamorado del mar, Eliécer Rodríguez, exhibe el acrílico
“Con mi cuadro relaciono la vida de las olas con nuestra propia vida pues siguen el mismo curso: nacen, crecen y mueren. La fluidez que debemos tener en la vida se refleja en la ola”, añade el artista.
Además, en la muestra participa Esteban Fernández, cuya inventiva convierte el material de desecho en un paisaje urbano. Él establece bellos diálogos entre los residuos y la ciudad que habitaron.
Por su parte, Aquiles Jiménez posa la montaña sobre el mármol y juega con la sencillez minimalista de sus metáforas, que hacen, de sus piezas, un goce pleno de la luz y la forma. Este afamado escultor herediano presenta cinco piezas.
La obra
“Juego con los volúmenes, con la montaña como forma, e incorporo la luz como parte de la escultura. Incluyo también imágenes de lagos, ríos y nacientes para dar la sensación de agua. Yo definiría mi temática como un 'realismo mágico' donde represento la relación del ser humano con la naturaleza”, explica Jiménez.
Ofrecer elementos del paisaje introducidos en esculturas parece complicado, pero estos dos grandes de la talla lograron poetizar la naturaleza en un solo bloque de materia.
“El paisaje de Costa Rica me pone frente al lente todo lo que quiero decir: paz, amor, espiritualidad y belleza sin par. Me place que los coleccionistas lleven a su casa el resumen de mis pretensiones como artista, y con ello tienen una ventana abierta para olvidar un poco la realidad que vivimos”, afirma Rafael Pérez.
Por su parte, José Luis Díaz fotografía objetos quietos, inanimados y corrientes. Con su lente, los hace poemas.
Las dos fotos que exhibe el cubano Tomás Sánchez son viajes espirituales. Conocido por sus pinturas realistas de paisajes, Sánchez fotografía desde hace mucho, pero el año pasado se atrevió a exhibir sus fotos por primera vez en la Galería Jorge Solís Fine Art, en Miami. Él trae un extracto de su trabajo a la muestra
“Para mí, lo más interesante de fotografiar es correr detrás del tiempo pues la luz cambia constantemente. En la pintura, por el contrario, me pierdo en el tiempo pues en esos momentos no existe nada más que el lienzo”, añade el artista.
Como el niño Diego, quien pide ayuda para mirar el mar, la exposición intenta aprender, desde diferentes miradas, las posibilidades del paisaje urbano, rural, realista o fantástico.