La elección de Objeto no identificado (EUNED) como título para una antología de cuentos de ciencia ficción costarricenses es apropiada: además de ser el título d e una de las narraciones de la colección, sugiere una descripción del género en Costa Rica y, en menor grado, en América Latina.
La diversidad de América Latina hace que haya muchas excepciones a cualquier generalización sobre la ciencia ficción latinoamericana, pero esto no anula el valor del intento de caracterizarla. Elementos compartidos –tales como el descender de pasados coloniales ibéricos, el haber formado culturas híbridas, el vivir una modernidad desigual– hacen que los escritores latinoamericanos de ciencia ficción muestren tendencias hacia ciertos temas y perspectivas comunes.
Como la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo representa uno de los “primeros contactos” más importantes de la historia humana, este tipo de relato ocupa un lugar especial en la ciencia ficción latinoamericana, en la que los escritores muchas veces cambian los roles en el encuentro de dos culturas o modifican los resultados de ese encuentro.
La explotación de una clase o de un grupo político, económico o racial desde fuera o desde dentro de la nación (comunidad, planeta, galaxia) es otro tema reiterado en la ciencia ficción de América Latina.
Los autores latinoamericanos también tienden a dar prioridad al tema de la posibilidad del acceso a la ciencia o la tecnología, aunque esto no indique necesariamente una actitud tecnófila. Sin duda, la ciencia ficción es un género global, pero también es un género cuyo origen y cuya tradición más fuerte se ubican en el Norte. Esto pone en primer plano la cuestión de cómo adaptar este género a las ideas y a la realidad de escritores latinoamericanos sin caer en la imitación.
Por todos esos motivos, la ciencia ficción es un medio muy útil para pensar en la negociación entre centro y periferia, influencia y originalidad, y lo local y lo global en América Latina. Los escritores de esta antología abordan todos aquellos temas y otros más.
Con “Sin protocolos de seguridad”, Mariana Castillo nos lleva a un San José futuro donde los ricos viven protegidos (¿encerrados?) en “la Ciudadela Segura”, temerosos de la supuesta violencia de los habitantes del San José real.
En “Bajagua”, de Jessica Clark, un investigador gubernamental indaga reportes de fenómenos paranormales en un pueblo cuyos habitantes parece que han establecido contacto con una civilización técnicamente superior.
Manuel Delgado también nos presenta una situación de primer contacto en “Órdago”, pero, aquí, la civilización técnicamente superior es la de los seres humanos.
“El ejército de Onara” es un ejemplo del subgénero de ciencia ficción militar. En este texto de Daniel Garro encontramos a Coli, una inteligencia artificial que está fuera de control. “Sueños combatidos”, de Iván Molina, también es internacional en su alcance ya que trata de una corporación multinacional que domina el mercado de la venta –literal– de los sueños.
En “Raquel y los emperadores”, de Alberto Ortiz, el protagonista forma parte de El Organismo, entidad que llega a la Tierra con el propósito de “dar coherencia a la humanidad”. Evelyn Ugalde, en “Amor virtual”, nos cuenta cómo, para evitar el contagio de la gripe felina, la gente se aísla en sus casas y empieza a vivir una vida casi completamente virtual.
“Objeto no identificado”, de Laura Quijano, comienza el día anterior a la destrucción del último bosque primario de Costa Rica, cuando una científica encuentra una “misteriosa escultura” que despide de vez en cuando destellos de una “extraña luz”. Una de las protagonistas menosprecia la ciencia ficción pues la considera culpable de sembrar en su mente una “idea descabellada”, pero esa idea resulta ser la correcta, y plantar tales semillas es una de las funciones principales de la ciencia ficción.
La autora es docente en la Iowa State University (Ames, Iowa).