El día 3 de febrero murió en la ciudad de Managua el escritor guatemalteco-nicaragüense Franz Galich. Con esta muerte, las literaturas centroamericanas han perdido una de sus voces contemporáneas más sobresalientes. Nació en Amatitlán, Guatemala, el 8 de enero de 1951. En 1980, después de salir ileso de un atentado contra su vida por parte de las fuerzas de represión guatemaltecas durante el gobierno de Romeo Lucas García se refugió primero en Costa Rica y después se exiló en Nicaragua, donde residía desde entonces y adquirió la nacionalidad nicaragüense. Trabajó en varias universidades nicaragüenses como profesor de literatura y destacó por su prolífica producción como cuentista, novelista, dramaturgo y ensayista. Fue miembro del Centro Nicaragüense de Escritores y Presidente del Capítulo Nicaragua del Pen Club International. En el año 2000 obtuvo el Premio Centroamericano de Literatura “Rogelio Sinán” otorgado en Panamá por la novela Managua Salsa City (¡Devórame otra vez!) .
Recuerdo muy bien el día –más bien la noche– en la que conocí a Franz. Fue en 1995, en un recital de poesía con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, el ocho de marzo en Managua. Pocos días después iniciamos nuestra colaboración profesional y académica: dimos un curso sobre la cuentística centroamericana contemporánea a los estudiantes de la carrera de Artes y Letras en la Universidad Centroamericana en Managua y coordinamos el Seminario Permanente de Investigaciones de Literatura Centroamericana en esta misma institución. A partir de ese momento compartimos –junto con un grupo creciente de estudiantes y profesores– más de diez años de una labor continua en el estudio de las literaturas y culturas centroamericanas.
El fue el spiritus rector de este compromiso. Nos “contaminó” con su afán incansable de dar un nuevo rumbo a los estudios literarios en Centroamérica, más allá de los nacionalismos y hacia un enfoque regional, abriéndolos para las teorías literario-culturales más recientes y al mismo tiempo rescatando las “olvidadas” raíces literarias en las tradiciones prehispánicas. Su ilimitada curiosidad de estudioso fue un estímulo permanente para nosotros. Pero era mucho más que un investigador y profesor de literatura dedicado a su trabajo. Quería y sabía entusiasmar a los jóvenes por la literatura, fuera para su estudio, fuera como acto creativo. Se ocupó de una labor de hormiga promocionando la actividad académica y creativa de muchos jóvenes, dando consejos y aliento a numerosos escritores emergentes, brindando ayuda a grupos teatrales, promoviendo y fundando revistas (como El Ángel Pobre o más adelantela revista electrónica Istmo ). Esta capacidad de incidir en la actividad creativa se nutría de su don excepcional en el manejo de la palabra hablada. Franz era un narrador nato. Sabía y le gustaba contar. A lo mejor eso tenía que ver con las profundas raíces que le conectaban con su pueblo y sus tradiciones orales de una Guatemala que existía y sigue existiendo, a pesar de toda la labor de tierra y cultura arrasadas que los gobiernos militares han realizado.
Estos dotes extraordinarios como narrador también son muy característicos de su obra literaria. Hoy en día para la crítica literaria centroamericana e internacional ya es un hecho indiscutible que Franz Galich es uno de los escritores centroamericanos contemporáneos más importantes. En las palabras del crítico literario nicaragüense Roberto Aguilar Leal, Franz perteneció “a la generación de narradores surgidos en la segunda mitad de la década de los setentas y su producción de esos años está doblemente marcada por el compromiso político y el afán experimental, heredados de la tradición de ruptura iniciada en la narrativa hispanoamericana hacia 1940 y llevada a su fase culminante en los sesentas por la generación del Boom [...] Entre sus rasgos más visibles, cabe destacar su fuerte tendencia a la ironía y la parodia, [...] y su carácter fronterizo, que combina la ficción con la crónica periodística, el testimonio y otros géneros extra literarios ”. A mediados de los noventa no era así. Franz era algo como un autor secreto, misterioso, sólo conocido entre algunos “iniciados” guatemaltecos y nicaragüenses. Sus primeros dos libros de cuentos publicados en Guatemala ( Ficcionario inédito , 1979, y La princesa de Onix y otros relatos , 1989) eran casi desconocidos. Su primera novela, Huracán corazón del cielo , fue publicada en agosto de ese mismo año 1995 en Managua. De una manera única en la literatura centroamericana contemporánea, Franz logró representar y presentar el lenguaje de las capas bajas y bajísimas en el andamiaje social de los países del istmo otorgándole un alto valor literario-artístico. En su obra literaria las voces subalternas toman la palabra, se vuelven el pilar de la narración. Este lenguaje es portador de concepciones del mundo que si bien están ocultas son muy conocidas y populares, de un mundo “donde la noche y el lenguaje borran el paisaje conocido de la ciudad, para hacer surgir esos hombres y mujeres forzados por las circunstancias y la pobreza a devorarse entre sí”, como comentó la escritora nicaragüense Gioconda Belli en una reseña de la novela Managua, Salsa City .
Lectores (y críticos) superficiales podrían verse tentados a interpretar estos elementos como ingredientes de una literatura que busca un efecto fácil: la burla, la mofa, la ridiculización, la arrogancia del hombre letrado para con los desposeídos, los pobres, los marginados y oprimidos –una especie de exotismo literario a costa de los subalternos. Nada menos que esto. Franz Galich sufría con los vencidos, los de abajo, los y las sin voz. De hecho, gran parte de su obra puede ser leída como un esfuerzo para darles a ellos una voz literaria, una dignidad artística.
Tal vez, el ejemplo más emblemático de este humanismo creativo (y vivido) sea su libro todavía no publicado Perrozompopo y otros cuentos latinoamericanos . En muchos de estos cuentos Franz reelabora artísticamente la vida, el sufrimiento y la alegría de los outcasts de los barrios, las calles y los mercados de Managua, especialmente del Mercado Oriental y el gran basurero La Chureca, esos microcosmos e inframundos sociales en medio de la capital nicaragüense, desde una posición de “observador participativo” (durante años su esposa Orietta y él tuvieron una venta en ese mercado para lograr completar sus limitados ingresos universitarios –de ahí nuestra palabra del humanismo vivido).
Con base en esta experiencia Franz acuñó el metafórico término del “subalterno letrado”, que nos sorprendió cuando por primera vez lo publicó y explicó en el 2004 en dos textos en la revista electrónica Istmo , pero el que poco a poco entendimos y del que nos apropiamos. Con ello, Franz quería denunciar la “condición centroamericana” del escritor y del intelectual/estudioso literario y cultural más en general en los tiempos del exorcismo neoliberal de las Humanidades y de la globalización comercializadora de la producción literaria y artística. Su compromiso –un verdadero ejemplo de resistencia cultural– estaba orientado (también en su función como Presidente del PEN Nicaragua) a hacer visible la gran riqueza y variedad de esa producción literaria/artística y el valor del artista y estudioso de las artes para el desarrollo de las sociedades centroamericanas y a luchar por su merecido reconocimiento (también en términos financieros).
Indudablemente, Franz Galich contribuyó –como escritor, como profesor, como estudioso, como ser humano– de manera extraordinaria a aumentar esta riqueza y variedad. Como muchos de sus coetáneos fue –por fuerza mayor, pero también por convencimiento y sobre todo en su creación literaria– un verdadero escritor centroamericano. Él mismo lo resumió en pocas palabras (en una entrevista de la escritora Jacinta Escudos, publicada en Áncora , 22 de agosto de 2004): “Yo escribo en nica y en chapín”.
Con la muerte de Franz Galich la literatura –y no solamente la centroamericana– han perdido una de sus figuras más destacadas.