El Marché de Fer de Puerto Príncipe, la capital de Haití, es una auténtica atracción. En este mercado, una construcción de hierro del siglo XIX sobre la cual se levantan torrecitas orientales, se expone en medio de un calor sofocante una oferta casi ilimitada de mercancías, desde mariscos, melones y piernas de pollo hasta hierbas medicinales, ollas y pelo artificial.
En medio del hormiguero de gente llama la atención del visitante un puesto con un revoltijo de imágenes de santos, velas, muñecos y botellas adornadas con mucho poder de imaginación.
Desde el apóstol Santiago hasta San Patricio, pasando por María Dolorosa, el vendedor Michel Maitre ofrece al público las imágenes de casi todas las figuras que tienen cierta importancia en la Iglesia Católica. Sin embargo, también están presentes Damballah, Erzulie y Baron Samedi, los dioses de los antepasados africanos. Ambos, tanto los santos como los loas , están unidos inseparablemente en el culto del vudú y muchas veces hasta son idénticos entre ellos.
El vudú siempre ha sido la religión de los haitianos, aunque estos son al mismo tiempo católicos, en su mayoría, o pertenecen a la minoría protestante.
Un gran número de dioses vela sobre cada ámbito de la vida. Papa Zaca les asegura a los campesinos buenas cosechas, Agoue les garantiza a los pescadores una navegación segura y Erzulie les otorga a los hombres y las mujeres felicidad en el amor.
Los creyentes honran a sus loas con bailes y música de tambores en los hounforts (templos), rezan a ellos ante pequeños altares instalados en sus casas o van en peregrinación al panteón de Puerto Príncipe, donde se alza una cruz de piedra tiznada en honor a Baron Samedi, el Señor de los Cementerios.
La palabra vudú es originaria de Africa occidental. Casi todos los haitianos son descendientes de esclavos negros, que permanecieron fieles a sus dioses africanos cuando fueron llevados a la fuerza, en el siglo XVIII, a las plantaciones de caña de azúcar en la entonces colonia francesa.
Sin embargo, como los dueños de las plantaciones prohibieron los cultos paganos, los negros disfrazaron sus loas de santos católicos. Así surgió un sincretismo, una mezcla de las dos religiones. Damballah, el Dios de la Tierra, es San Patricio, Papa Legba, el Señor de los Cruces de Caminos, es San Pedro, y Erzulie, que en realidad es una figura bastante lasciva, es la Virgen María.
Raíces del sincretismo
El vudú afianzó la identidad común de los esclavos negros. Durante una ceremonia vudú en Bois-Caiman, el 14 de agosto de 1791, los esclavos se confabularon contra sus amos blancos y lanzaron una sangrienta lucha por la libertad. Esta guerra culminó en 1804, cuando Haití proclamó su independencia como primera república negra, algo inaudito para el mundo blanco de aquellos tiempos.
El vudú llegó a ser identificado como un culto diabólico, a lo que también contribuyó, a partir de los años 30 del siglo XX, Hollywood con películas como White Zombie .
Sin embargo, al igual que otras religiones, en el vudú los dioses son al mismo tiempo una instancia moral, cuyos favores el hombre corre el riesgo de perder cuando viola ciertas normas éticas.
Algunas corrientes particulares del vudú, sin embargo, también hacen uso de la magia negra. Ejemplos de ello son el uso de pólvora venenosa o el intento de embarcar a enemigos en una "expedición" al otro mundo con la ayuda de hechicerías.
En los puestos del Marché de Fer se venden también Ouangas , muñecos de tela que simbolizan a las personas a ser embrujadas y que deben ser pinchados con agujas.
Un fenómeno particular en el culto del vudú es la "zombificación", es decir, la supuesta resucitación de los muertos, que pasan a realizar trabajos de esclavos en un estado de ofuscación mental.