Al menos en teoría, el rock no es la música que gobierna en el Caracas Pop Festival, sin embargo, el pasado jueves los seguidores venezolanos del rock duro y experimental, -ese que intercala sonidos del hip hop , rap y funk , se dieron el gustazo de sus vidas en el Valle del Pop.
La cita incluía altas dosis de descarga energética aportada por las agrupaciones Ratones Paranoicos de Argentina, la local Candy 66 y los californianos de Papa Roach y Korn.
Una cifra superior a las 25 mil almas, vestidas en su mayoría con negros atuendos, dejaron atrás el caos de la devaluación, los inconvenientes para lograr una educación aceptable y los conflictos constantes contra del gobierno de Hugo Chávez. Esa mágica, estrellada y cálida noche en Caracas sirvió como el bálsamo perfecto para curar heridas.
Desde temprano
Según Andrés Medina, miembro de la empresa de seguridad privada VIP y uno de los 1.100 asignados para estos menesteres del orden, la gente empezó a llegar al sitio del megaevento desde la noche del miércoles. Cientos de personas acamparon hasta esperar la apertura.
En el Valle del Pop cabe una tarima con más de 20 metros de altura, tres pantallas de varios metros cuadrados, para mostrar en vivo a los artistas favoritos. Sobre ese escenario dotado de luces impecables tocaron los invitados rockeros, separados por una fosa de su público fiel.
La multitud fue dotada de todo lo necesario: 8.000 asientos preferenciales, la zona general provista de una lona para que brincaran decenas de miles, toldos de comidas, siete puestos de primeros auxilios, un par de ambulancias, dos discotecas sin paredes para bailar en recesos.
Dictadura rockera
La puntualidad era una ley. Así ocurrió la noche del miércoles en la noche latina con Roberto Blades, Juan Luis Guerra y Rubén Blades. Ahí estuvieron también los ticos de Éditus y el Sexteto de Jazz Latino que conforman la orquesta de Rubén.
El jueves el reloj indicaba un minuto previo a las 6 p. m. 4 p. m. hora tica cuando al enorme escenario subieron los Ratones Paranoicos de Argentina. No hubo aplausos, les lanzaron objetos y miles de gargantas gritaban "fuera, fuera" en la segunda canción. Los roedores de sonido ochentero tocaron la tercera canción y dijeron adiós. A las 6: 45 p. m. y luego de un coro que los llamaba, saltó a escena Candy 66.
Para el vocalista venezolano Jean Carlo de Oliveira y sus muchachos era "el debut en sociedad", su primer concierto de grandes ligas. Durante una hora, los ganadores del Festival de Nuevas bandas 2000 aprovecharon la oportunidad y salieron aplaudidos. "Gracias Valle del Pop, gracias panas", gritó emocionado De Oliveira.
A las 8 p. m. la oscuridad desapareció y Coby Dick, vocalista de Papa Roach, interpretó Give some noise y el mar de gente se picó. "Pueden sentir la energía", dijo en inglés el cantante; la respuesta de gritos tenía tanta potencia que podía iluminar Caracas completa. Los instrumentos sonaban nítidos y Dick aprovechó la interpretación del tema Beetween angels and insects para tomar el cable del micrófono y dar con él giros de 360 grados. No obstante, la voz del grupo no decidió lastimarse la frente hasta sangrar, como lo hace en otros conciertos multitudinarios.
Luego llegaron todas las canciones esperadas como Blood Brothers , Broken Home y Last Resort . Dick se ayudó en un par de ocasiones con una pandereta y un altavoz, mientras le decía a la concurrencia que la noche era especial para ellos.
El cierre estuvo a cargo de Korn, grupo que arrancó a las 9: 50 p. m. Jonathan Davis y su equipo de músicos se hicieron acompañar por un muñeco inflado con aire que emulaba el utilizado en la portada del disco Issues . El adorno medía 25 metros y le daba al ambiente un poco de aire surrealista.
Así de surrealista fue la llegada del costarricense Cristian Laidley, vecino de Hatillo 3 y estudiante de relaciones internacionales. El gastó todos sus ahorros de cuatro años para venir al Caracas Pop Festival.
La banda Korn no lo decepcionó, más aún con Davis tocando la gaita y una mezcla especial en concierto de Make me bad y Freak on the leash , unido a todos los éxitos.
"No lo puedo creer, mis ojos están viendo a Jonathan Davis a 400 metros de distancia, esto nunca lo vería en nuestro medio, en Costa Rica", logró comentar agitado por los brincos que daba. Seis minutos después de las 11 p. m. más de 25 mil personas tenían que volver a casa luego de sufrir una hipnosis rockera.