El grito de Tarzán vuelve a reinar en la jungla de Hollywood, gracias a que la animación de los estudios Disney ha hecho del hombre-mono el galán del verano.
Para el héroe que Edgar Rice Burroughs creó en 1912, esta es su aparición número 47 en la pantalla. Para los estudios Disney, Tarzán representa el 37¡ largometraje de dibujos animados.
Con una filmografía tan larga por ambas partes, lo increíble es que los caminos del rey de la selva y del rey de la animación no se hayan juntado antes.
"Aún es más curioso si tenemos en cuenta la carta que nos acaban de hacer llegar, donde el escritor asegura que, si alguna vez se realiza una versión de dibujos animados de su héroe, esta debería de tener la excelencia de la animación de Disney", confesó la productora del filme Bonnie Arnold.
Sin embargo, los estudios Disney adolecen de la misma enfermedad que el resto del público y, si bien Tarzán es el segundo personaje más veces llevado a la pantalla (después de Drácula) y el grito de Johnny Weissmuller forma parte de la cultura popular, no son tantos los que han leído las aventuras originales.
El animador Glen Keane, por lo menos, tiene una buena excusa ya que asegura que siempre se sintió tan fascinado por las portadas de los libros que hizo el ilustrador Frank Frazetta, que nunca consiguió pasar de ahí y echar un vistazo al interior de sus páginas.
Cuando, al igual que Chris Buck y Kevin Lima, directores de la cinta, se leyó el verdadero Tarzán, descubrió una historia jamás contada que es la que los estudios Disney han querido hacer realidad con su nueva película de dibujos animados.
Para ello crearon un héroe con toda la fuerza de la selva y la sofisticación de un humano de inteligencia superior, la idea original de Burroughs antes de que su creación se viera transformada en el simplón que decía: "Yo, Tarzán; tú, Jane."
Para Keane, creador del personaje en este medio y considerado el Tom Cruise de la animación, el origen de Tarzán está estrechamente ligado a su familia, que fue en buena parte, su fuente de inspiración.
En primer lugar, los dedos de los pies de su esposa, Linda, le inspiraron a la hora de dibujar los nudillos de Tarzán; para la fascinación al conocer un nuevo mundo pensó en la primera vez que vio a su hija, Claire, y para los movimientos del hombre-mono pensó en su hijo Max.
"Decidí que la idea de desplazarse con lianas era aburrida así que decidí convertirle en un surfista, en alguien como mi hijo, al que le gustan los deportes más peligrosos, cosas como los monopatines, simplemente porque son divertidas", recuerda.
Junto a Keane, en esta película ha trabajado un equipo internacional de animadores, algo acentuado al estar realizada a caballo entre los estudios Disney de Los ángeles y París.