Aquí está la película hongkonesa más taquillera del 2001, una verdadera fiesta de alboroto cómico mezclado con irresponsabilidad futbolística y con desparpajo en artes marciales. El título en inglés de la cinta es Shaolin Soccer, y aquí llega con el de Fútbol Kung Fu.
El filme tiene como sujeto estelar a Stephen Chow: coguionista, director y protagonista, para contarnos una historia donde el deporte es tratado con toda la irreverencia necesaria, para sacar chispas vacilonas con él, y donde se conjugan -en una sola algarabía- el futbol y el shaolín.
El humor a ratos es sutil, a ratos desaforado, por momentos imposible y en ocasiones irreal. Siempre vital y creativo. El relato comienza con una historia en retrospección: cuando Fung (el actor Man Tat Ng) bota un penal y es golpeado por ello, a tal punto que queda renco: debe retirarse del futbol y dedicarse a entrenar.
Un día, Fung conoce a Sing (Stephen Chow), un enamorado de la destreza mágica de las artes marciales. Sing proviene de la escuela shaolín y quiere llevar el kung fu a todas las esferas de la vida. Del encuentro entre Fung y Sing surge una idea genial: mezclar las artes marciales con el balompié para conformar el equipo de futbol soñado y, así, ganarle el campeonato al poderosísimo cuadro Los Malos, dirigido por un tipo perverso: Hung (Yin Tse).
Mientras tanto, surge un cálido romance entre Sing y Mui (Vicki Zhao), la chica que hace dulces bollos de pan con el don de las artes marciales. Por supuesto: esa relación entre Mui y Sing tendrá que ver con las escenas más emocionantes de futbol y karate (aunque ustedes no lo crean).
En ese trajín, asistiremos a los más sorprendentes encuentros de futbol, con shaolín incluido. Son juegos delirantes pasados por los más sorprendentes efectos visuales que nos alborozan con jugadas futboleras y kungfuneras muy locas, donde el cine es puro..., puro divertimento.