Dije recientemente que “la suerte, la fortuna, los hados, el destino, la dicha y la desgracia han sido siempre conceptos preponderantes, en la vida del ser humano. De ahí que estos elementos han ido formando, a lo largo de la evolución del idioma, términos y voces dentro de una curiosa diversidad”.
Hoy continúo analizando el origen, uso y sentido de algunos otros términos de este tipo.
Funesto , al igual que funeral, fúnebre, funerario..., proviene del latín funus , /ritual mortuorio/. Se trata de un cultismo surgido a finales del siglo XVI en la misma línea de funeral y funerario. Posteriormente, y en un sentido extensivo, se utilizó como triste, aciago, desdichado: “Un desenlace funesto”.
Azar es el aporte que la lengua árabe dio a la numerosa lista de vocablos que, en castellano, dicen relación a la suerte, fortuna, destino, casualidad. En esa lengua, az - zahr significa flor (por esa misma razón llamamos azahar a la flor del naranjo), y popularmente se aplicó este nombre al dado, cubo con figuras utilizado en ciertos juegos, por llevar una flor grabada en una de sus caras. Azar significó, sucesivamente, en nuestro idioma, cierto juego de dados, la cara desfavorable de esos mismos dados, mala suerte o desgracia y, finalmente (siglo XVII), casualidad. El adjetivo derivado, azaroso , tiene un sentido peyorativo de intranquilidad o infortunio: “En aquellos azarosos días”.
Durante la Edad Media se aplicaba el calificativo aegyptiacus /egipcio/ (por razones no muy claras) a ciertos días del año que se consideraban de mala suerte. De aquí se derivó el adjetivo aciago-a (infausto, de mal aguero): “En estos aciagos tiempos que vivimos'”.
Infausto (antónimo de fausto ) proviene, en último término, del latín favere /favorecer/ y se refiere a lo negativo, desfavorable o desafortunado. Fas significó en latín “lo lícito o permitido”. Fasti dies eran los días permitidos para hacer negocios (después, por extensión, “días felices”). Nefasti dies eran los días prohibidos para negociar. En español, nefasto se aplica al día funesto o aciago. Por extensión, también a personas o cosas detestables o infaustas.