Filosofía es generación perpetua, por parte de la humanidad, de imágenes sobre el mundo y la vida. Ciencia es demostración sistemática de la verosimilitud de esas imágenes. Tecnología es aplicación creativa de esas demostraciones en el control del mundo y la vida. Voy a ilustrar esos conceptos desde la perspectiva de economía, disciplina científica universitaria en la cual fui formado por casi diez años mediante estudios de pregrado y posgrado en Costa Rica y el exterior. Para ese efecto, aplicaré unas pocas y expresiones sencillas que sirven para especificar ideas y que lectores, así como lectoras, observen su uso en la disciplina económica.
La filosofía de la disciplina científica económica puede ser formulada mediante diferentes conjuntos de términos; dos de las principales son: M x V > Q x P; y N x R x S > Q. Donde M representa cantidad de dinero, x significa multiplicación (“por”), V resume frecuencia de circulación anual de ese dinero, Q es producción anual, P es nivel promedio de precios de los productos, N es el número de seres humanos que trabajan en la economía, R es el esfuerzo “crudo” de esas personas en promedio y S, la potenciación de ese esfuerzo mediante la técnica, las máquinas y el manejo administrativo. La primera filosofía es conocida como “mercantilista”, porque refleja producción de mercancías compradas y vendidas mediante mercados; en cambio, cabe llamar a la segunda “humanista”, porque enfoca personas y sus condiciones de trabajo.
Hay que hacer énfasis en lo siguiente: esos términos son meros símbolos aplicados para hacer referencia a partes de la realidad económica; no son la realidad. Como en la anécdota sobre algunos ciegos y un elefante, los primeros solamente pueden tocar algunos puntos del segundo; no son capaces de “ver” su totalidad. También es posible hacer una comparación parcial con la famosa cueva de Platón: los primeros solo perciben las sombras de objetos que pasan enfrente; no pueden “ver” esos objetos.
Por otra parte, conforme al mercantilismo, tecnología significa principalmente “política monetaria (M, V)”, manejada por un banco central, mediante un instrumento llamado presupuesto monetario. Con él, se distribuye el crédito en cada período; esto afecta la cantidad de dinero (M) y permite estimar el nivel de precios (P). Y, desde la perspectiva humanista, tecnología es “control” de (N, R, S) por autoridades públicas, con miras al bien común. En ambos casos, se trata de aplicar o lograr disciplina que favorezca la producción (Q).
Realidad compleja. Para manejar esas consideraciones, los economistas necesitamos tomar más en cuenta la complejidad e integridad de la sociedad; debemos razonar en términos espacio-temporales, procurando distinguir entre atributos y características, con la mayor nitidez posible, para compartir nuestras referencias a la realidad y coordinar acciones en ella. ¿Quién fue, a propósito, ese hereje nunca bien ponderado, que decía peligrosamente: “Además de contemplar el mundo, ¡transformémoslo!” Aprendamos a desprendernos, aunque sea un poco, de esa ficción ceteris paribus (“todo lo demás constante”) con que tratamos, siempre vanamente, de aislar los componentes de la realidad, unos de otros.
No faltarán abogados consuetudinarios que defiendan la economía y los economistas de visión estrecha, argumentando que algo muy similar ocurre en todas las ramas del conocimiento (sin excluir la física, llamada “madre de todas las ciencias”), lo cual es cierto.
De modo que, llevado por insatisfacción con tal estado de cosas, siempre procuro complementar el análisis económico y la política o tecnología económica con los de otras disciplinas, sobre todo sociales.
Pero muchos creen que eso es demasiado difícil o pretencioso; entonces, ¿seguimos hablando solos?