Fue algo extraño. Cuando la gente recordó durante esta semana a Hugo Díaz, un gran dolor les oprimió el corazón: fue, dijeron, hasta su muerte el domingo pasado un hombre bueno, íntegro y digno.
Sin embargo, al profundizar en su obra y personalidad, la tristeza se transformó en orgullo: fue también el caricaturista que plasmó con su trazo y visión propia la historia de Costa Rica de los últimos 50 años, que defendió sus ideas con ideas, que criticó las injusticias y trabajó incansablemente, incluso cuando estuvo casi ciego.
"Creo que Hugo nunca va a morir. Siempre va a ser un hito. Él representa una visión de mundo, con todo y sus contradicciones. Es idealista, romántico y soñador, pero siempre tuvo una propuesta a futuro", expresó María Pérez, investigadora de su obra y directora del Sistema de Estudios de Postgrado de la Universidad de Costa Rica.
Nacido en 1930 en San José, Díaz fue caricaturista, publicista, dibujante e ilustrador. Obtuvo muchos reconocimientos: el premio del Salón Noé Solano en 1970, el segundo lugar en un concurso mundial en Montreal (Canadá) en 1972 y los premios Joaquín García Monge (1976), Aquileo J. Echeverría (1985) y el Pío Víquez de Periodismo (2000).
Manuel Formoso fue su amigo desde el Liceo de Costa Rica. Allí, cuenta este periodista, Díaz empezó a mostrar sus destrezas para el dibujo cuando retrataba a sus profesores, obras que publicó en el periódico Vértice de esa institución educativa.
"Dibujaba tan bien; era tan aguda la forma en que percibía la realidad...", afirmó Formoso, quien en 1970 se lo encontró en la calle y lo invitó a hacer caricaturas para acompañar su edición en el semanario Universidad . Hugo aceptó.
No obstante, en 1944 ya dibujaba para el Diario de Costa Rica . Seis años después, en 1951, empezó a hacer caricaturas para La República , donde publicó hasta su muerte.
¿Cómo llegó a hacer una caricatura editorial tan preocupada por lo social y crítica? Cuenta el periodista Carlos Morales, director del semanario Universidad y otro de sus amigos, que su primera influencia fue la obra de Noé Solano, el cual dibujaba con mucha "fisga" política y social, con una línea crítica muy marcada.
"Hugo admiraba a Solano y quería hacer lo que él hacía. Eso lo comprometió", detalla Morales.
Y es que, resalta Formoso, Díaz aprendió desde joven a estar de lado de los pobres. "Siempre se preguntó por qué los pobres son tan pobres y los ricos tan ricos. Se puso del lado de los explotados, de la mayoría y combatió a los ricos y a los corruptos. Tenía una consciencia tan sensible que sentía el dolor de su pueblo como propio", manifestó.
Así, se inicia una trayectoria larguísima, cuyas caricaturas e historietas se prolongan hasta nuestro días. Nunca dejó de hacer caricatura, pero tuvo que trabajar en cartografía y muchos años después en publicidad, donde realizó campañas muy exitosas.
Adentrándose en su obra
Hugo Díaz fue un hombre de izquierda, eso sí, afirman quienes lo conocen, con una amplia visión. "Fue inclaudicable, pero nunca de línea obtusa", dijo Morales.
"Sus trabajos tienen una gran síntesis desde el punto de vista plástico y de la idea. A él le debemos haber puesto la historia de Costa Rica durante las últimas cinco décadas en la belleza de su trazo. Fue un excelente dibujante y diseñador, en sus obras hay un gran balance", comentó Eduardo Torijano, profesor de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica y quien hizo su tesis sobre Díaz.
De hecho, aseveró que ya en 1979 Hugo había creado unas 7.000 caricaturas.
"Hugo fue midiéndole el pulso a lo político y social en el país. La de él es una visión de la Costa Rica de medio siglo", expresó María Pérez.
Una peculiaridad, agrega ella, es que el caricaturista fue capaz de llegar hasta distintos públicos, con diferentes perspectivas y dibujos, lo cual se evidencia en el uso de diferentes seudónimos: en La República fue Lalo , en Pueblo (a partir de 1973) fue Pancho y en Universidad fue Díaz .
Como Lalo, Hugo hizo crítica, sobre todo, en la que se identificó con el campesinado y el hombre sencillo. En el periódico Pueblo , adquirió un tono más duro en defensa de las huelgas bananeras y sus ataques contra el imperialismo, entre otros temas, explicó Morales.
En Universidad , su línea crítica fue siempre muy fuerte, pero más universitaria, más intelectual y más urbana.
Además, a finales de los años 70 y con serios problemas de la vista, Díaz hizo ilustraciones para la crítica teatral. "Él se iba y se sentaba en primera fila durante toda la semana anterior al estreno e iba anotando perfiles en su cuaderno", narró Morales.
Ya en la década de los años 80, su dibujo se estiliza más y se atreve a hacer más insinuaciones. Las luchas en Centroamérica no le son ajenas y se vuelven otra de las temáticas en sus caricaturas.
Fue en esa época, además, cuando fue operado de la vista en un avión especializado proveniente de los Estados Unidos.
Según Morales, en los años 90, con la caída del sandinismo y del modelo socialista, a Díaz como a otros se le caen los paradigmas, se deprime un poco y como consecuencia de ello, la calidad y crítica de sus caricaturas ya no tienen tanta fuerza.
Torijano y el abogado Adonay Arrieta no coinciden con Morales; ellos aseguran que la crítica de Hugo no perdió agudeza.
Más allá de esta divergencia, lo cierto es que, como la injusticia, la corrupción y otros males sociales no necesitan de ideología para existir, ni el ser humano la necesita para percibir la realidad, Hugo continuó con sus anotaciones críticas.
Facetas muy importantes
Tanto Morales como Pérez destacaron que Díaz no se desarrolló solo en la caricatura y la historieta, sino que también hizo ilustraciones para revistas y libros y hasta construyó historias con imágenes y textos.
Muchos jóvenes y adultos crecieron con sus dibujos en los libros infantiles. De hecho, él ilustró el conocido Cocorí , de Joaquín Gutiérrez. "Ha sido, además, un brillante ilustrador de libros, y si no que lo diga mi negrito Cocorí que nunca se ha visto tan guapo, por donde anda traducido, como en la edición tica que me honró Hugo ilustrándola", escribió Gutiérrez en 1995.
El caricaturista fue también un maestro de maestros. "Fue una figura que los demás toman en cuenta. Una figura señera. Él dio clases de caricatura y logró introducirla en la Universidad de Costa Rica. Fue maestro de gente como Arcadio y Carlos Arroyo, quienes ahora son profesores", manifestó Pérez.
Con todo esto, Hugo logró vivir dignamente y hacer crecer a su familia sin ostentaciones. Su esposa es Rosa María Fernández y tuvo tres hijos: Hugo, Silvia y Ana Lucía.
Es más, durante el año pasado y el presente, Díaz creó las ilustraciones de la obra infantil Mono Congo y León Panzón , de Leonardo Garnier, que Farben Grupo Editorial Norma acaba de sacar al mercado.
Ese será el último libro infantil ilustrado por su pluma. Con este y los anteriores crecerán varias generaciones. Es decir, Díaz sobrevivirá.