
Las buenas noticias caminan lejos, muy lejos del territorio español, en particular desde la semana pasada, cuando el riesgo financiero del país aumentó y elevó los temores de los inversionistas sobre la incapacidad de la nación ibérica de hacer frente al pago de su deuda.
Esto obligó al gobierno de Mariano Rajoy a emprender duras y nada populares medidas de ajuste, en especial en el sector social.
Según el último dato aportado esta semana por el Banco Central Europeo (BCE), España carga con un bulto de 1,78 billones de euros.
El volumen de la deuda externa española representa ya el 165,4% del producto interno bruto (PIB), uno de los niveles más altos de todo el mundo, consignó ayer el diario
Esta cifra se acerca a la barrera psicológica de los 500 puntos, una frontera que los analistas consideran como el paso previo al rescate.
El gobierno conservador de Rajoy corrió para socar, aún más, la faja del gasto del país, con un recorte de 10.000 millones de euros en salud y educación, anunciados a inicios de esta semana. No quiere que España sea otra Grecia, que ya recibió oxígeno financiero.
Según dijo al rotativo
Adicionalmente, España tiene un alto índice de desempleo, con un 23,3% del total de la población económicamente activa. En perspectiva, Noruega tiene tan solo un 2,3% de personas sin trabajo.
Explicó que España tiene la capacidad de mejorar sus números fiscales mediante el aumento de impuestos y reducción de gastos “con justicia, equidad y racionalidad”, aunque reconoce que son medidas nada populares.
Agregó que el país puede aplicarlas, siempre y cuando cuente con el respaldo de los restantes países europeos, al tiempo que recalcó la importancia de que Madrid flexibilice sus políticas laborales.
Esto, por cuanto la nación cuenta con una legislación que dificulta a una empresa o institución despedir a un empleado.
“Lo que ocurre es que se protege al empleado viejo, pero se le cierra el acceso a los más jóvenes. Es la principal debilidad y se le conoce como euroesclerósis”, apuntó el economista Trejos.