
La poesía siempre ha sido un detonante creativo en la carrera de la coreógrafa Marcela Aguilar. Esta vez son los textos de las costarricenses Yolanda Oreamuno y Eunice Odio los que vuelven a darle pautas a seguir en el espectáculo El rastro de la mariposa , estreno de esta noche de la Compañía Nacional de Danza (CND) en el Centro Nacional de la Cultura (CENAC).
El montaje vuelve a traer a tierras costarricenses a la coreógrafa -quien trabaja desde hace varios años en México- luego de que en el 2003 presentó el espectáculo Entre mi cintura y mi vestido , también basado en un texto de Odio.
El rastro de la mariposa es un espectáculo de danza contemporánea conformado por cuatro escenas: Insomnio, Crepúsculo de peces, La Rosa edificada y Era una vez un hombre... que será . El guion está basado en los relatos de Eunice: El rastro de la Mariposa, Había una vez un hombre y Los elementos terrestres ; y el de Yolanda titulado: Insomnio .
Aguilar propone un recorrido interior que plantea una reflexión final sobre el sentido de la vida y se aventura, a la vez, a experimentar con espacios exteriores. A diferencia de otros tipos de espectáculos convencionales, en El rastro de la mariposa la acción no ocurre solo en el escenario del Teatro de la Danza, también fuera de él. "Comienza en la calle este del CENAC, luego en las butacas y escenario del teatro, sigue en las antiguas calderas y termina en el lobby del Teatro de la Danza", detalló Carlos Ovares, director de la Compañía Nacional de Danza.
"Se apodera de los espacios del CENAC como una danza urbana...La presentación de esta obra forma parte de los esfuerzos recientes de la Compañía por ofrecer espectáculos dancísticos en espacios no convencionales", agregó Ovares.
Dejemos que sea Marcela Aguilar la que cuente los detalles del montaje:
La poesía ha inspirado varios de tus montajes...
De alguna manera la palabra ha sido una constante en mi carrera, sobre todo, el texto poético. Siento que sintetiza imágenes y tiene una gran correspondencia con la danza. No pretendo contar una historia narrativa, sino profundizar en situaciones y emociones.
Yolanda Oreamuno y Eunice Odio te han inspirado antes y vuelven a hacerlo ahora...
He trabajado con la obra de las dos desde hace 15 años. Primero, porque son costarricenses y al mismo tiempo universales. Y a pesar de que he vivido en muchas partes, siempre trato de buscar las fuentes de mi trabajo en lo que sea más cercano para mí, en este caso, Costa Rica.
"Por otra parte, entre más leo la obra de ambas, más descubro el nivel de escritoras que eran. Me sorprende su capacidad de reinventar el idioma".
En este caso tuviste la oportunidad de escoger el elenco...
Lo fundamental para mí a la hora de hacer un trabajo es que sea un proceso gozoso para todos los participantes. Carlos Ovares y la Compañía me dieron la oportunidad y el gran lujo de escoger el equipo de gente con el que iba a trabajar, a algunos de ellos los conozco desde hace 25 años. Están Mimí González, Ivonne Durán, Carlos Ovares y Wendy Chichilla (quien acaba de ganar el Premio Nacional de Danza como Mejor Intérprete), todos de la CND. Y como bailarines invitados están -después de haber sido seleccionados por medio de audición- Mario Blanco y Melissa Rivera, quienes me han sorprendido muchísimo por su potencial creativo y su gran madurez como artistas. También participa mi esposo, Luis Rabago, actor y director de teatro, quien se encargó del diseño de espacio y de la dramaturgia del espectáculo.
¿Cómo describirías el proceso creativo de este montaje?
La participación del intérprete fue fundamental. Las imágenes propuestas por los textos de Yolanda e Eunice pasaron por un proceso de análisis y discusión, con ese material los bailarines investigaron y propusieron lo que esas imágenes les provocaban. Fue un proceso conjunto.
La obra plantea un recorrido interior y una reflexión del sentido de la vida...
El lei-motiv es la creación de espacios íntimos. La intimidad es lo más cercano al concepto de libertad que yo puedo entender, es el lugar en el que uno puede ser uno mismo. En este caso es el espectador que llega a asomarse a una determinada situación, por eso planteamos la necesidad de tener pocos espectadores (el cupo del espectáculo es limitado a 50 personas) para crear una atmósfera intimista.