Hubo un tiempo, no tan lejano, en que el intelectual, el investigador, el hombre de ciencia, se consideraban como modelos y, para estar de acuerdo con ellos o no, se les respetaba. Pero ahora, por sus propias conductas, muchos académicos por ejemplo, no se dan a respetar y da pena ver su actuación o su forma de expresión, oral y escrita.
Claro, cómo no, pensar y superarse pueden producir dolor de cabeza... Por eso uno entiende también que varios colegas decidieron alejarse de las aulas: demasiadas veces en el estudiantado faltan reales ganas de adquirir conocimiento. Ahora “se vale” obtener el título, por implicar ascenso y más plata a fin de mes.
Por doquier se encuentra uno con valores trastocados, como aquí, con la benemérita Cruz Roja que apela al vicio para provocar caridad; o como mi champú según el cual con su uso “saco lo mejor de mí mismo”. Ni qué decir del ambiente político, entre diputadas, disputados y depuestas. Claro, en toda lógica escape-lógica cabe suponer influencia extranjera, como con ese Evo, experto contra la calvicie sin saber ni pío de genética ni de ciencia; y, perla de sabiduría, aquel ayatolá en Irán ordena más recato a las mujeres para no provocar a los varones, pobrecitos, ni incrementar' los terremotos.
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